Era de noche. Me encontraba sólo. Estaba viendo la televisión sentado en mi sofá favorito, y el único que teníamos, viendo el canal del gobierno único disponible en aquellos entonces, conjuntamente con la segunda dedicada a los deportes. Cuando de repente se apagó la luz. Pasé de prestar la atención de la caja tonta a la ventana. Por cierto era uno de esos ventanales grandes de una altura aproximada de tres metros y una anchura de unos dos metros y medios.
Estaba dividido en cristales de una dimensión de unos veinte centímetros de ancho por treinta y cinco de alto, separados por quicios. Tenía dos hojas que hacía más fácil que se pudiera abrir y cerrar, con un mecanismo central para el cierre tipo de palanca circular que al accionarla hacia que unas barras que se encontraban en el centro cerraran las mismas o las abrieran. La noche había cambiado de buenas a primeras. Pasó de una bonanza de las grandes, es decir, de una calma a una lluvia con una fuerza tal que para mí que se iban a romper los cristales, los dos extremos en dos segundos. Pero no quedó así sino que también empezó una tormenta eléctrica de primera categoría. Cada vez que el rayo se activaba se veía toda la calle iluminada. No había por cierto nadie por los alrededores de la misma. Me encontraba la verdad solo. Pegado a la ventana con los ojos bien abiertos, sorprendido por los acontecimientos que estoy narrando. Con una soledad tan intensa que me dio un miedo terrorífico. Nunca me gustó estar solo y menos en estas ocasiones tan graves. Esa iluminación artificial acompañada del estruendo tan terrorífico del trueno, podía con mi santa paciencia de Job.
Dicen los viejos que cuando se ve el rayo hay que empezar a contar los segundos hasta escuchar el trueno, “contra menos segundos tarde” en esta acción es porque la tormenta se encuentra muy encima de nosotros, es decir, cerca. Menos mal que en las grandes ciudades como la nuestra, y eso que la verdad pocas he visitado ya que siempre he vivido en esta ciudad de Ceuta, existen multitud de para-rayos, por ahí estaba mi primaria tranquilidad para intentar que mi subconsciente se empezara a relajar. Pero no podía más tenía que ir urgentemente al servicio para aliviar mis esfínteres. Para mí que lo que quería todo mi ser era evadirme por unos momentos de esas escenas. Y como pude ya que por esos días no existía la técnica del móvil, y tampoco tenía a manos ni si quiera unas cerillas, pues experimenté lo que los pobres invidentes le cuesta entrar en algún lugar nuevo, aunque para mí era conocido pero con la salvedad que no veía absolutamente nada, luego la memoria que debería de tener de los objetos se borró a causa del miedo, aproveché dentro de los males cuando los rayos se ponían en acción para atravesar sin tropezar con nada por el pasillo y llegar hacia el wc.
Allí me senté en el sanitario y a parte de hacer mis necesidades la verdad que también estuve rezando porque era la única forma de intentar entrar en una valentía que yo sabía que había perdido por momentos. Cuando terminé me lavé las manos y la cara para refrescar mis ideas tan llenas de la soledad tan evidente que tenía. Me estaba acordando en exceso de las palabras tan bonitas que le había dicho a mis padres hacía ya tres horas “iros y divertiros que a mi no me va a pasar nada”, me hubiera metido la lengua en otro sitio. Pero bueno era un hombre y tenía que demostrarlo. Aunque hoy no era el día y lo estaba experimentando.
Mis quince recién cumplidos años, quien los pillara en estos momentos sin tener que tirar del borrador de memorias, eran la evidencia que todavía nos faltaba mucho que recorrer. Cuando volví otra vez a la ventana lo primero que decidí fue alejarme un poco de la misma y sentarme en mi sillón cobijado con mi manta para intentar entrar en calor y por otro intentar buscar un sueño que era lo más útil que podía hacer en esos momentos. Pero el cuerpo aunque me lo pedía a gritos, me hacía con un efecto búmerang que tuviera los ojos todavía más abiertos y más alerta. Así estuve unos buenos momentos que me parecieron una eternidad, pero a eso de las tres y media de la mañana y justo cuando el mal tiempo había ya desaparecido me levanté y me puse nuevamente junto a la ventana y entonces fue cuando empecé a observar esta vez como unas sombras que de vez en cuando pasaban de un lado de la ventana a la otra, con una periodicidad de pocos segundos. La verdad que fue la gota que colmó el vaso. Ahora fue cuando con más ímpetu empecé a entonar mis oraciones, cerrando mis ojos. Fue efectivo ya que me quedé dormido del todo, en mi querido sillón. Pero lo que yo creía que podía ser el final de mis suplicios fue tan solo el principio. A los pocos minutos de encontrarme en un teórico reposo vino hacia mí, pues eso fue lo que pasó observé como una persona que se encontraba en el techo se acercaba despacio hacia mí reconociendo el mismo como mi vecino de arriba, y me empezó a decir: “Dile a mi mujer y a mi hija que me marcho. Que estoy bien y que cuidaré de ellos”.
Fue una nueva impresión que aunque lo pasé mal no fui capaz de despertarme. Sobre las doce de la mañana cuando me desperté y mi madre con un amor sin igual y una cara de felicidad tremenda me despertó para decirme que ya era hora de salir de la cama y que tenía preparado el desayuno, como era lógico para evitar una bronca de primera como casi siempre me lanzaba ella pues salí del sofá rápido hacia el cuarto de baño. Cuando me dispuse a tomar los alimentos conjuntamente con mi madre pues le dije lo que me había dicho en sueños el vecino de arriba y cual fue mi sorpresa cuando me dijo ella que aquella noche había fallecido el vecino de arriba y que me dejara de bromas. Le estuve explicando durante un buen rato que no era cachondeo y que lo había pasado “canutas” aquella noche para estar de bromas. Desde esos momentos ya no se habló más de lo que le había revelado a mi madre. Creo que las personas con una corta edad eran las que siempre son susceptibles de tener estas revelaciones y yo con esa edad era raro que la tuviera. Por lo menos era lo que tenía entendido”. Solo queda dar una pequeña afirmación a esto último y añadir que las personas pequeñas son las que tienen una mayor facilidad para contactar con las fuentes de energía del más allá y a la vez cuando hay una predisposición al miedo también le dejan tranquilo, como el mismo ha dicho en declaraciones que desde entonces no ha tenido más revelaciones de ese tipo.