Se nos ha ido Andrés, el ‘maño’. Una persona irrepetible, un sindicalista de los que ya no quedan, un buen hombre.
Ayer noche me llamaban para contármelo. No me lo podía creer. Hacía poco tiempo que nos habíamos saludado en la plaza de los Reyes junto a su hija Yolanda. No sé, quizá es que no quería creerlo, porque cuando se va de tu vida una persona con la personalidad de Andrés es como si siempre te acompañara. El ‘maño’ era irrepetible, era único, el número uno en esto de la lucha sindical porque la vivía, porque para él no era un trabajo que cumplir en unas horas, para él era sencillamente parte de su vida. Por eso cuando los periodistas teníamos que llamar a Andrés sabíamos que siempre iba a estar disponible, que nunca se iba a asustar por sus declaraciones, que iba a dar el primer paso si se trataba de pedir mejoras para los policías, de pedir medios o de criticar a los gobernantes de turno porque no hacían bien las cosas.
Andrés no tenía miedo. Denunció lo que tenía que denunciar a pesar de que sabía (porque a listo nadie le ganaba) que algunos de sus comentarios podían acarrearle consecuencias. No le importaba porque sabía que denunciaba la verdad y sabía que alguien debía hacerlo. Y lo hizo, bien que lo hizo. Sus míticas declaraciones sobre la peligrosidad en la frontera o sobre las avalanchas en el Biutz todavía se recuerdan. Sus avisos de que podía suceder alguna desgracia pusieron contra las cuerdas a muchos delegados del Gobierno porque los dejaba en evidencia. Y él lo tenía claro: estaba ahí para defender a los policías, no para defender a los políticos; estaba ahí para que sus compañeros estuvieran mejor, no para colgarse medallas; estaba ahí porque había que sacar a la palestra lo que no funcionaba y porque había que pelear por una plantilla.
A Andrés no le callaban. Más de una vez hablamos de ello, más de una vez supimos cómo se las gastaban algunos. Pero cuando las ideas son claras, cuando lo que se defiende también, la lucha triunfa. Y el ‘maño’ sabía cómo luchar.
Estoy orgullosa de haber conocido a Andrés, de haberme topado con él en el camino, de haber vivido tantas historias juntos de las que han salido muchas páginas con buenos titulares y un buen número de portadas de esas que quedan para el recuerdo. El sindicalismo de Andrés ha dejado huella, al menos lo ha hecho entre quienes lo conocimos, quienes lo apreciamos y quienes hoy sentimos su muerte. El recuerdo se encargará de mantenerlo vivo.