Aunque no lo parezca, la imagen es la de la frontera del Tarajal, cincuenta años atrás. Quién lo diría. Me he permitido reproducirla de mi archivo como soporte gráfico a dos efemérides de los próximos días.
Hace ahora medio siglo, el Ayuntamiento y el desaparecido ministerio del ramo acordaban la celebración anual del Día del Turista coincidiendo con el arranque del mes de julio. Quienes nos visitaban en tal fecha eran recibidos, tanto en el puerto como en la frontera, por jóvenes ataviadas con los trajes regionales de España, menos el nuestro, claro, que todavía no había salido de la genial creatividad de Lali Orozco, obsequiándoles con un lote de postales y otros presentes de la ciudad.
Una semana antes había llegado el ministro de Información y Turismo, el todopoderoso Fraga Iribarne a bordo de una lancha torpedera, - ¡qué menos!, diría D. Manuel, para un hombre fuerte del régimen y a la sazón el número uno de su promoción de alférez de complemento. Le acompañaba su inseparable Pío Cabanillas, por entonces subsecretario del departamento, y el director general de plazas y provincias africanas. Venían a hablarnos de turismo, a conocer e impulsar todos aquellos proyectos que por entonces nos brotaban como flores en primavera y a inaugurar la oficina de turismo del muelle España. Y para que nadie pudiera tachar a nuestros mandamases de entonces de vender humo, algo tan al uso en ciertos políticos de hoy en día, pues ahí estaba el ministro para inspeccionar a pie de obra los inicios de la construcción del hotel ‘La Muralla’, el que se pretendía que fuese el buque insignia de la Ceuta turística del futuro. ¡Miau!, que diría el Pepe Caballa de mi admirado Vicente Álvarez.
Han pasado cincuenta años de todo aquello y aún seguimos hablando y proyectando para hacer realidad esa Ceuta turística que ni el derroche de gastos durante tantísimos años en Fitur como en otras tantas similares iniciativas fallidas han servido para nada. Como tampoco con el Parque Marítimo, el puerto deportivo, las múltiples rotaciones de las tres navieras, pero con la persistencia de unas tarifas a las que nadie parece capaz de poner remedio y la caótica frontera.
Si en algo estamos todos de acuerdo es que el principal nicho de visitantes está en el vecino país con su cada vez más emergente clase media, a la que tanto atrae nuestra ciudad por las posibilidades que pone a su alcance. Mas, hasta que ese anárquico Tarajal no se dote de los pertinentes medios y estructuras, y pueda convertirse en una frontera inteligente, olvidémonos de ellos. ¿La actual es una frontera europea? Qué impotencia y qué pena.
¿Alguien se imagina un Día del Turista o como le quisiéramos llamar hoy en ese paso con sus eternos atascos, con los porteadores agolpados en los alrededores o arrinconados en la playa, con la presión y la picaresca migratoria y tantos otros episodios como con frecuencia se recogen estas páginas?
Pues vuelvan a la foto si les apetece y recréense con tan insólita imagen, no digamos los románticos.