La “España de la Transición” está absolutamente agotada. Vivimos en un país radicalmente diferente. En todos los sentidos. La gente piensa, vive y vibra de otra manera. Y, lógicamente, la política también es otra. Cada hito de los que definen la historia de un cuerpo social determinado, presenta un contexto singular y unas características irrepetibles que definen las dinámicas sociales (y como máximo exponente de estas, la acción política) encarnadas en corrientes de ideas, organizadas en partidos políticos muy concretos. La extinción de cada etapa conlleva la disolución de los partidos que la protagonizaron.
El ejemplo más claro y próximo de este fenómeno lo tenemos en la propia transición española. Cuando se inició el proceso, en España había dos fuerzas políticas hegemónicas (PCE y UDC) que desaparecieron con la implantación de la democracia (cada una de una forma). Algo muy parecido está ocurriendo con el PP y el PSOE. Lo que sucede es que percibir los cambios históricos en el momento en que se producen no es fácil. Las perspectivas juegan muy malas pasadas a los análisis. Pero lo que es indiscutible, y el tiempo convertirá en evidente, es que los dos partidos que han dirigido nuestro país durante treinta años, están política y socialmente amortizados. Ya no representan, ni pueden representar más, a la gente que es las España de hoy. Exactamente igual que el hecho que marcó la transición fue la muerte del dictador; el que ha señalado el fin de este tramo histórico ha sido la “crisis del sistema” provocada por el rearme del capitalismo en el nuevo escenario condicionado por la globalización.
El cambio es inevitable e imparable. La única incógnita es conocer cuándo se materializará definitivamente. En este momento crucial nos encontramos. Todo el mundo lo sabe, lo entiende y lo tiene asumido. Lo que ocurre es que sigue siendo demasiado amplio el segmento de población (caracterizado por su escasa participación en la vida política activa), ingenuo hasta la exasperación, y que le cuesta conectar con el futuro. Duran aún las secuelas de un país embrutecido, cobarde y manipulable. El cambio no es sustituir personas de una edad por otras más jóvenes; ni cambiar la indumentaria (y sustituir la corbata por la camisita abierta); ni corregir las siglas; ni modernizar los símbolos; ni estilizar la escenografía de los mítines; ni adoptar otros modos de expresión; ni utilizar las nuevas tecnologías….
El cambio consiste en sustituir unas estructuras políticas caducas por un modo innovador de gestionar los intereses colectivos de una sociedad en vertiginosos tránsito. Es una adaptación a los nuevos conceptos y valores ahormados por la ciudadanía de este siglo (patria, solidaridad, felicidad, democracia… tienen, hoy, otro significado). Esto es algo que PP y PSOE no pueden hacer, porque es contradictorio con su propia naturaleza. Los esfuerzos que hacen por “parecer otra cosa” son francamente ridículos. La energía que están consumiendo las personas que se obcecan en “resucitar a los muertos” es un despilfarro que nuestro país no se puede permitir. PP y PSOE son consustanciales con la evolución de una etapa periclitada. España es un paraíso de corrupción, un paradigma de ineficiencias, una selva de precariedad, y una incesante apoteosis de sufrimiento. Y ambos partidos (PP y PSOE) son los responsables únicos y directos de esta situación. Ello no debe ser obstáculo para reconocer los indudables méritos contraídos durante tres décadas por quienes introdujeron España en la civilización. Pero ya sólo queda dar las gracias y pasar página.
Estamos en un tiempo nuevo. Cuanto antes lo interioricemos colectivamente, antes empezaremos a trabajar para construir el país del futuro. No es fácil. Los partos nunca han sido sencillos ni cómodos. Siempre duelen. Cuanto antes alumbremos la nueva era, mejor. ¿Vamos a esperar cuatro años más chapoteando torpemente en la decadencia? ¿Vamos a sufrir cuatro años más los efectos de los funestos vicios arraigados en nuestra vida pública? Otra vez el rostro huraño, el gesto de desesperación, el hastío por doquier, la desolación como actitud vital… El veintiséis de junio cada hombre y mujer de los que hacemos España tiene en su mano el privilegio de poder devolver la sonrisa a nuestro país… Unidos Podemos.