El eco de los terribles sucesos de París, y desde el miércoles también en Túnez sigue enviando mensajes con malos augurios del futuro inmediato que nos espera a todos. El boom poblacional, la destrucción de recursos que nos alimentan y nos mantienen sanos y los enormes desajustes económicos provocados por la codicia de unos pocos están abonando el colapso civilizatorio que ya se está produciendo.
Los síntomas son muchos y variados y entre ellos están la sexta extinción de especies que es atribuible a nuestras desnortadas y delirantes actividades industriales y comerciales a las que no somos capaces de poner límite; el insostenible crecimiento poblacional de nuestra especie que alimenta la destrucción antes comentada y provoca grandes migraciones de seres humanos y asaltos a las vallas del primer mundo; la vacuidad vital que llevan millones de personas en nuestro mundo opulento y el sufrimiento indecible de tantas otras por la precariedad material, la miseria y la esclavitud laboral a la que se someten y son sometidas.
Un nuevo jinete apocalíptico que nunca nos ha abandonado ha tomado sin embargo un gran vigor alimentándose de la guerra y la decadencia colectiva, nos referimos al fanatismo religioso. Fanatismos existen en todos los países pero el fenómeno se acrecienta y desborda en momentos en que se aúnan graves crisis humanas con mentes débiles y con poca capacidad reflexiva. La capacidad reflexiva para saber pensar es fundamental para no caer presa del llamamiento visceral que suele tener poca capacidad de pensamiento y mucha respuesta bruta. Lo único que puede contener a las vísceras es una mente bien ordenada y preparada, lo cual no está al alcance de cualquiera.
La guerra de Irak, la destrucción del estado y el saqueo de sus recursos ha provocado un nivel de desconcierto generalizado en la región, ya de por sí muy inestable, y nos ha llevado a una situación algo sorprendente debido al matiz ancestralista que tiene pero que no deja de ser una respuesta de la rabia contenida por haber sufrido el atropello de los iluminados de la política del momento, azuzados por el insaciable capital. Los restos del ejército de Sadam Husein y otros muchos combatientes que se han ido uniendo de forma improvisada han vuelto su mirada hacia atrás, a la tradición, para encontrar respuesta a su anhelo de venganza. Según el gran pensador marroquí y averroísta reformador Mohamed al Jabri, uno de los escollos fundamentales para hacer avanzar el pensamiento árabe es justamente su obsesión en comparar y analizar todo a la luz del tradicionalismo, como si por sí mismo fuera garante de infalibilidad. Las mentalidades árabes están llenas de ancestralismo, sin capacidad de juicio, y se someten a la tradición religiosa y a la interpretación, algo tautológica, de los textos sagrados y de la jurisprudencia derivada. Por eso, entre otras muchas y variadas razones, encontrar respuestas adecuadas al problema de la invasión iraquí sin tener una estructura de pensamiento filosófico moderno dirige a los árabes indefectiblemente al enrocamiento en la tradición y al narcisismo civilizatorio de la causa árabe.
No creer que habría consecuencias desastrosas después de un desastre como el perpetrado en Iraq es algo parecido a creer que la expulsión de tantos miles de españoles musulmanes (principios del S XVII) no iba a traer consecuencias como por ejemplo la feroz piratería vengativa (y no solo por el afán de codicia, que también, claro está), que se enseñoreó asediando sistemáticamente todo lo español; eran españoles muy cabreados. No esperar este tipo de ataques terroristas era de una simpleza muy propia del infantilizado parlamento europeo, siempre preocupado de las prebendas y de mantener el sistema de castas político-burocrática contando con el crecimiento económico como fiel aliado. Pero, ¿qué ocurre cuando la socialdemocracia ya no tiene respuesta económica satisfactoria sobre unas masas humanas vaciadas de contenido vital?
El estilo de vida que ha proporcionado el capitalismo consumista es reprobable por su vacuidad pero ¿qué pasa cuando ni siquiera puede satisfacer en lo económico?. ¿Qué ocurre cuando ya ni tan siquiera provee de lo esencial a grandes masas de desheredados del consumo, permitiendo que otros disfrutemos de unas formas de vida llenas de situaciones excitantes, viajes y consumos variados?
En fin, ocurre algo parecido a lo que científicamente se denomina cambio global aplicado a los ecosistemas, es decir, un estadio en el que el impacto humano se une a los naturales para crear situaciones insostenibles o muy difíciles para mantener un ecosistema de calidad. Una población sobredimensionada es un problema biológico, ecológico, económico y social. Cuando el subsistema económico que depende del natural colapsa por exceso de población se generan masas de desheredados (no de pobres a la antigua usanza), sin ocupación laboral, más o menos mantenidos por el sistema pero que se vuelven inestables y vulnerables a cualquier influjo que les ofrezca notoriedad y placeres económicos. La deshumanización del capitalismo consumista nos ha arrastrado a esta falta de reflexión, que crea estas monstruosas sociedades que marginan a las personas, vaciándolas de contenido mientras se invaden países inestables para convertirlos en algo mucho peor.
Empleando términos meteorológicos podríamos decir que los atentados son ciclo génesis explosivas que están augurando un cambio de ciclo a gran escala. En vista de todo esto, cuesta pensar en las elecciones generales en clave local y desmotiva saber que algunos votos solo servirán como testigo de las otras opciones elegidas, distintas de la ganadora, sin ningún recorrido más. Todavía es más difícil imaginar que los candidatos presentados por los distintos partidos en nuestra ciudad estén preparados para asumir la responsabilidad de unos cargos políticos en un momento de tanta trascendencia para Europa.
Además, la soberbia que destilan todos, en particular desde las filas del partido popular, confirma su estancamiento mental en recetas mecanicistas, pensando realmente que la crisis se acabará y que las sociedades seguirán como hasta ahora. Siguen anclados en sus clientelismos y sus narcisismos, apoyando a personas que, en el mejor de los casos, solo servirán a sus propias carreras profesionales de funcionarios y a los intereses burocráticos/economicistas de la ciudad pero nada aportarán para su adaptación al futuro. De la insostenibilidad social/económica/ambiental de Ceuta no hablan los candidatos y solo consigo imaginármelos, jaleados por sus compañeros con intereses comunes, sentados en los hemiciclos, haciendo contactos con las altas esferas políticas, siguiendo las consignas dictadas por su partido y huyendo hacia delante sin vislumbrar lo que se avecina.