El PP de Ceuta ha perdido pie definitivamente. Necesita urgentemente someterse a un proceso de reflexión que le permita renovar sus planteamientos sobre nuestra Ciudad. De lo contrario nos está conduciendo por una senda muy peligrosa hacia una destructiva zozobra. No es una cuestión partidista.
El liderazgo político que ejerce desde hace dos décadas, acompañado del control de las instituciones, convierten su posicionamiento en uno de los elementos claves del devenir de la vida pública local. Por ello (y por desgracia) la política del PP aquí afecta de forma directa al interés general. Y habrá que concluir, a tenor de nuestra desorientada realidad, que no está a la altura de las circunstancias. O mejor dicho está muy alejado de la responsabilidad histórica que ha asumido en un momento especialmente crítico.
No es preciso abundar en los argumentos (muy conocidos) que hacen de Ceuta (y de su futuro) una comunidad excepcional en todos los órdenes de la vida social (la configuración demográfica, la disputa soberanista con Marruecos, la frontera, la insularidad….) Esta insoslayable condición nos obliga a definir, y redefinir, el “concepto de Ciudad” al que aspiramos. Es fundamental que los ceutíes sepamos lo que “queremos ser”. Y eso requiere mucha reflexión. Alejada de la agitación cotidiana, de la contienda política inmediata, de los intereses a corto plazo de unos u otros por legítimos que estos puedan parecer. Ceuta y su contexto evolucionan vertiginosamente. Y lo hace sin un rumbo claro. A veces da la impresión de que nadie se siente concernido por el futuro.
Cada partido político que pretenda ser parte activa de los destinos de Ceuta, tiene la obligación de incorporar a su cuerpo programático un diseño de la Ciudad a largo plazo, partiendo de hipótesis realistas, estableciendo objetivos evaluables y eligiendo instrumentos adecuados. No sirven ni los “lugares comunes”, ni los marcos ideológicos de amplio espectro, ni las soluciones inmediatas o parciales a problemas menores. Es un reto de un rango muy superior, porque afecta de lleno a la esencia misma de la arquitectura social. Cada organización política debe ser una máquina de pensar.
Este requisito, ineludible para quien pretenda hacer algo útil por la gente de esta tierra, es una necesidad imperiosa en el caso del PP. No en vano es quien gobierna y, en consecuencia, el único que tiene la opción de materializar sus ideas en hechos.
Y sin embargo, el PP de Ceuta está intelectualmente desmantelado. La costumbre de emplear todo su tiempo en pergeñar estrategias electorales, lo ha ido desconectando del mundo de las ideas. Son demasiados años pensando en el próximo voto. De esta forma se ha ido acomodando a una forma de hacer política absolutamente inane. Se ha ido replegando hasta refugiarse en una diminuta trinchera en la que no existe perspectiva alguna de cuanto sucede a su alrededor. Para el PP, Ceuta se ha convertido en un Ciudad indescifrable. Su espacio de pensamiento presenta un alto grado de contaminación. Así es muy difícil gobernar con acierto, Porque gobernar es atender las demandas inmediatas de la Ciudadanía, pero haciéndolas compatibles con una referencia a largo plazo que se interiorice como una causa común. Si se pierde la dimensión pedagógica de la política se vacía por completo de contenido. No se puede gobernar sin dirección. O lo que es peor, en una dirección situada fuera de la realidad.
Ante los formidables desafíos a los que se enfrenta Ceuta, el PP carece de respuestas solventes. Se limita a vivir al día. Recordando pavorosamente a la famosa escena de los hermanos Marx, en la que ante la amenaza de un potente carro de combate avanzando hacia ellos, echan la persiana haciendo de la ceguera su única defensa.