La sumisión de Ceuta al actual modelo de burocratización promovida por los gestores útiles entrometidos aunque legítimamente en la cuestión política está produciendo unos impactos más que evidentes.
La gestión burocrática es uno de los aspectos más evidentes de la organización promovida por los estados nación e impulsada por la democracia. Sin embargo, el ejercicio burocrático que implica una apropiada administración no es un modelo de desarrollo y por lo tanto no es aplicable a una ciudad. Un simple estadio de organización ordenada que se considera necesario en la constitución de instituciones administrativas serias y democráticamente igualitarias.
Nuestra ciudad adolece de un nuevo modelo o patrón de desarrollo que la impulse hacia delante y sobretodo que ofrezca anclajes seguros de cara a continuar formando parte de España y de Europa. La pérdida del protectorado cambio radicalmente las reglas del juego y dejo en suspenso la economía extractiva que practicaba nuestra nación entonces y que empobrecía a Marruecos mientras garantizaba grandes fortunas a unos pocos privilegiados del sistema. El franquismo por diversas razones estuvo beneficiando a Ceuta y creando un sistema que podríamos denominar de economía militar dependiente del estado central mientras el resto de países colonizadores europeos se deshacían de las últimas colonias ultramarinas. Mucho le costó y todavía le cuesta al aparato diplomático español por la razón geográfica sostener el hecho histórico, como argumento central de la españolidad de nuestras dos ciudades, y mantener la pertenencia irrenunciable de ambas ciudades a la nación española.
El caso es que el progresivo deterioro de la cuestión económica en Ceuta es evidente y ha sido así desde que dejó de ser cabeza de puente de la acometida española en el norte de Marruecos si dejamos a un lado el corto periodo de oro del comercio de bagatelas que se vendían en todos los bazares de la ciudad. El contrabando cutre y transfronterizo y las recientes visitas de turistas magrebíes a las franquicias establecidas en la ciudad son las actuaciones económicas más relevantes, esto es el comercio con el vecino que a pesar del incómodo paso fronterizo parecen ser las actuaciones económicas más relevantes. El comercio es la principal fuente de riqueza, muchos se dedican a desarrollar no sin trapicheos el denominado mantra de la “importación y exportación” asistidos por una secular tradición en el caso de los sefardíes pues mucho del comercio de Marruecos estuvo en sus manos desde que se produjo la estulta expulsión promulgada por los católicos reyes. La reciente incorporación de la cultura hindú a esto del comercio no ha venido tampoco nada mal para desarrollar la economía local. Sin embargo, todo esto no es suficiente para mantener una gran población como la de Ceuta.
Al mismo tiempo que el comercio se afianza como motor del desarrollo económico de nuestra ciudad, se ha producido un extraño fenómeno que está contribuyendo poco al futuro de Ceuta. Nos estamos refiriendo a la hipertrofia del ayuntamiento que se gasta más del 60% en su capítulo uno y que mantiene unos sueldos desorbitados entre sus funcionarios y personal laboral. Viene a ser el doble del personal de Melilla, mucho más modesta en sus prestaciones. Puede que el mito de la ciudad de Babel nos venga al pelo para el argumento que intentamos exponer. Parece ser que cuenta el antiguo testamento que unos hombres unidos por la misma cultura y lengua acordaron fundar una ciudad pero no conformes con esto y imbuidos de una pretensión excesiva decidieron hacer algo imposible y construir una torre que llegara al mismísimo cielo, morada de Yahvé.
De la misma manera, la pretensión de mantener una administración tan exagerada, ineficiente y despilfarradora es simplemente imposible. Pero forma parte del “plan eterno” de la actual Administración política del Ayuntamiento bastante confundida con la burocracia administrativa en estos últimos tiempos de gobiernos del señor Vivas. Como indica Javier Gomá en su tercer libro “ejemplaridad pública” “solo dentro de los límites dados pueden echarse los cimientos de una Babel perdurable”. Pretender que sean los ciudadanos productivos los que paguen eternamente con sus impuestos sueldos astronómicos e inmerecidos a una sobrecargada administración municipal no parece que vaya a ser perdurable en el tiempo, entre otras cuestiones porque a Ceuta no le interesa seguir siendo vista como una enorme carga para las arcas del estado. Claro que la tendencia a olvidar los límites es típico de las culturas subraya también el mencionado filósofo español.
Después de los recientes acontecimientos políticos no parece que el señor Vivas y su gobierno haya estado practicando una política ejemplar. Los últimos y trágicos acontecimientos en la adquisición de vivienda de protección pública y el anuncio de un gran número de cargos de libre designación no van a dejar su paso por la política finalmente sin cierto grado de envilecimiento y desprestigio.
Si el arte de la política podría definirse como el de la ejemplaridad como indica Gomá, entonces en lo negativo se puede decir que el mal ejemplo sirve para disgregar y atomizar la sociedad. Posiblemente ninguna de las actuaciones políticas de los gobiernos encabezados por el señor Vivas han sido más negativos para su prestigio personal que estas dos últimas. Pero no es lo único criticable que vemos en la actuación de estos gobiernos. Al contrario situamos en su falta de modelo de ciudad, en su improvisación administrativa una de nuestras principales críticas. Que no desea saber nada o quizá mucho (siendo más justos puesto que impulsó pero no desarrolló la Agenda 21) del concepto de la sostenibilidad parece un hecho y de la misma manera tampoco se encuentra a gusto fuera de la democracia representativa por lo que no promueve la mayoría de edad de los habitantes de la ciudad en cuestiones cruciales como la corresponsabilidad política más allá de las elecciones. Su plan pericliniano, que no modelo sostenible, es peligroso pues está basado en la obra civil dilapidadora de territorio. Algo de complejo de la Ceuta de Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros parece que subsiste en esta mentalidad pues el crecimiento que se justificaba en la Ceuta de 1900 en nada se parece a la superpoblada de hoy en día.
Nuestra ciudad pensamos que además de mucha ejemplaridad pública y búsqueda imaginativa de modelos de desarrollo económico necesita ideas que traten de modificar paulatinamente con la confianza del trabajo público bien hecho la peligrosa alienación colectiva que se proyecta sobre la administración municipal como el último sentido de la existencia precaria de una ciudad milenaria. La mentalidad burocrática a la hora de hacer política se proyecta ya tanto desde la Plaza de los Reyes como desde el Ayuntamiento y la necesaria renovación política nos parece difícil y azarosa, en definitiva que cualquier cosa es posible a corto medio plazo.
Quizá la formación de plataformas ciudadanas dónde queden bien representados los distintos ideales y legítimos intereses de los ciudadanos (ahora sí se utiliza el término pues se entiende un paso adelante y público ante la polis) de Ceuta pueda se una de las soluciones de cara a futuros gobiernos que aporten una visión distinta de nuestra ciudad que la ya conocida de los partidos políticos.