La figura del Gobernador Civil se fue depreciando a través de los tiempos. Del todopoderoso responsable provincial del franquismo que ponía y quitaba alcaldes, se pasó a la situación vigente en el Estado de las Autonomías donde la figura en cuestión fue perdiendo protagonismo, conservando completas las competencias de orden público, cuando no las comparte en virtud de las transferencias concedidas.
Conforme se ha ido avanzando en el terreno de dotar a las Comunidades Autónomas de mayores competencias fueron disminuyendo las funciones de los gobernadores que, en algunos casos, debieron abrirse camino a codazos, buscando su sitio en el protocolo.
En Ceuta, el representante del Gobierno tuvo siempre una gran importancia porque acumulaba un poder considerable. Después del tránsito al carácter civil de esta autoridad y de la curiosa figura del peninsular Sub-delegado, se concluyó en la solución actual en la que un Delegado del Gobierno controla, dirige y coordina a la administración periférica del Estado que sigue siendo muy importante, primero por el carácter provincial de esa administración con falta de algunas transferencias y después por la inexistencia durante demasiados años de un Estatuto de Autonomía.
A pesar de esa pérdida de protagonismo que irá afectando poco a poco a la figura del Delegado del Gobierno, su importancia en Ceuta seguirá siendo crucial y no siempre suficientemente valorada en Madrid. Con frontera a un tercer país que es preciso normalizar; coexistiendo con la presencia militar que resulta vital; lindando con un reino que tiene clara su política respecto a Ceuta, mientras nosotros carecemos de ella; teniendo la obligación de defender un Estatuto de Autonomía que ha conseguido sembrar de dudas a los ceutíes y crispar a los vecinos; ejerciendo de peculiar frontera Schengen con el saldo negativo que esto tiene y con todos los problemas que nos hemos buscado nosotros mismos en cuanto a la gobernabilidad del pueblo, la figura del Delegado del Gobierno con su equipo que debe ser ejemplo de eficacia, está llena de contenido.
Tal y como se dijo sobre este mismo asunto hace tiempo, Ceuta podría haberse convertido en ejemplo de administración única que sirviera de modelo en otras partes de España. Sin embargo, la misma constitución de la Asamblea sin mayorías claras, con imposibilidad hasta ahora de pactos y sin poder recurrir a una disolución anticipada, tiene a la ciudad sumida en el desánimo, sobre todo cuando todo esto ha llegado en un momento difícil desde el punto de vista económico. Las mismas circunstancias enumeradas impiden que los responsables políticos tengan capacidad de reacción y los pocos indicadores económicos de que se disponen, caen en picado.
Por tanto, parece que la figura del Delegado del Gobierno, lejos de perder fuerza, significa en estos momentos una esperanza de que, manteniéndose en el fiel de la balanza como gobernador de todos los ceutíes, trate de colaborar en la medida de sus posibilidades a que la situación se restablezca en la forma que sea democráticamente posible. Porque Ceuta no puede seguir haciendo el primo en la frontera, viendo como su puerto se desploma en beneficio de Tánger o Gibraltar, aislándose cada vez más por falta de competencia en el Estrecho, admitiendo inmigrantes sin medios para mantenerlos, con instituciones como el puerto o la propia Ciudad que no pagan a sus proveedores y, por si todo esto fuera poco, sin esperanzas de que la situación cambie a corto o medio plazo.
La pugna entre las instrucciones de Madrid que tratan siempre de eludir los problemas, sobre todo cuando llegan con las complicaciones propias de Ceuta y, de otro lado, la satisfacción del responsable de turno por el trabajo bien hecho, siempre ha sido un factor determinante en el edificio de la Plaza de los Reyes. Sin embargo, es necesario decir una vez más que Ceuta no necesita ayudas o subvenciones, sino un marco jurídico y económico adecuado para que sus gentes trabajen con objetivos claros. Porque, en este momento, ese marco jurídico en que nos movemos tiene cuarenta años y no contempla novedades tan clamorosas como la entrada de España en la Unión Europea, la globalización del comercio mundial y la nueva estrategia de Marruecos respecto a Ceuta, tras la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía.
Hay mucha tela que cortar.
Este artículo de publicó en El Faro de Ceuta el 7 de Junio de 1996, hace 19 años y figura en el libro Ceuta, problemas y soluciones (Interservicios, Ceuta 1997 )