Hay ocasiones en las que el ser humano encuentra a su mente liberada de la realidad –la que sea– y dedicada a pensamientos variadísimos y francamente agradables, por lo general. No es que se esté dormido sino que se vive otra vida que, por lo general, es agradabilísima.
No hay problemas desagradables en esa libre excursión de la mente, ni tan siquiera dificultades; todo transcurre en un ambiente lleno de delicias y los problemas, si es que acaso se presentara alguno, ya viene acompañado de una feliz solución. Creo que es algo que toda persona disfruta alguna que otra vez y eso viene muy bien para aliviar la menta y hasta para reírnos de nosotros mismos por habernos imaginado como potentados, príncipes o princesas de bellos lugares y hasta conductores de grandes masas de personas hacia unos verdaderos paraísos. Total que uno ha paseado por unos mundos espaciales, aunque puede haber quienes pretendan seguir viviendo esa fantasía por las calles de los lugares en los que habita y, además, llevarla a la mente despierta de otras gentes. No es lo mismo, naturalmente, pero hay gente que necesita algo mejor para su vida y la de los suyos y, así tiene un cierto eco la narración de las fantasías que otros imaginaron y que las quieren convertir en realidad. Es cierto que hay personas que como resultado de sus trabajos llegan a imaginar soluciones extraordinariamente buenas, que a nadie se había acercado a ellas, pero esto es otra cosa: es el empeño de la mente en encontrar una salida para algo que, de momento, no la tenía. Es la solución a unos problemas largamente estudiados. Pero, el caso es que existen los narradores de fantasías al mismo tiempo que los investigadores de las mismas y cada cual puede, libremente, seguir a unos u otros. Ambas clases son necesarias pero es exigible que no deformen la fantasía inicial, sino que siempre se conduzcan en los campos de la verdad y es aquí donde se presentan los fraudes que cada teoría imaginada pueda contener o que se provoquen por unos u otros intereses.. Grande puede ser la osadía de quienes sin verdaderos fundamentos se erigen en difusores de esas fantasías. La realidad de la vida no es un cúmulo de fantasías, aunque estas sean francamente ilusionantes, sino un trabajo constante y bien orientado hacia el bien de la Humanidad, que necesita permanentemente la Verdad. No se debe engañar a nadie ni hacerle vivir a base de bellas fantasías. Se deben tener ilusiones, pero éstas no deben ser producto de unos sueños de la mente sino de algo muy meditado y con un camino a seguir en el que la Verdad sobresalga sobre cualquier actividad. El tiempo de las fantasías debe ser algo personal y nada más.