Cuando cualquier nación decide adherirse a una organización supranacional como es la Unión Europea, le consta que desde el momento en que es admitida cede parte de su soberanía, pues ahí está la Comisión dictando directrices o reglamentos que necesariamente han de ser incorporadas a su legislación interior. Cuando esa nación, además, adopta una moneda común, en este caso el euro, resulta evidente que ha da adaptarse a la política que marque el Eurogrupo. Todo ello sin olvidar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial, las otras dos partes de la antes llamada Troika, que igualmente mandan muchísimo.
Pues desde hace más de tres años, es decir, desde que el PP asumió democráticamente el poder, no han cesado las críticas que le atribuyen la plena responsabilidad en una serie de medidas de control del déficit que son obligatorias para todos los países que, como el nuestro, han cedido esa parte de soberanía a la que antes me refería. Aquí tenemos el reciente ejemplo de Grecia, donde ese partido tan amigo de Podemos llamado Syriza, tras asumir el gobierno gracias a sus alegres promesas, se está estrellando contra el muro de la UE y del Eurogrupo, que le exigen el cumplimiento de la política común. Más recortes, más austeridad, nada de incremento del gasto, reducción del déficit… El Gobierno del PP, a sabiendas del sacrificio que ello suponía para los ciudadanos, ha ido dando cumplimiento a esa política, partiendo, además, de algo tan cierto como fue esa desdichada herencia recibida, la que tanto molesta a algunos que se recuerde. Mientras, desde la oposición adoptan la postura de ignorar la realidad y, aun a sabiendas de que ello no es así, no cesan de atribuir al gobierno plena responsabilidad en la adopción de tas duras medidas, adoptadas muy en contra de los deseos del propio Consejo de Ministros y del partido que sustenta al Gobierno. ¿A quién no le gusta dictar normas de carácter popular, que agraden a la ciudadanía? Pero esa cesión parcial de soberanía a la que antes he aludido ha forzado a actuar así, aún a sabiendas de que ello podía suponer un desgaste No; el Consejo de Ministros al que antes he aludido está muy lejos de ser esa especie de aquelarre de vampiros sanguinarios que se deleitan fastidiando a la gente, recortando sueldos y presupuestos, acometiendo la reforma laboral o acordando subidas de impuestos, como lo presentan algunos. Había que salir de la crisis, y tal dureza ha servido, en definitiva, para fijar el buen rumbo a una nave que iba a la deriva y estaba a punto de naufragar, a pesar de lo cual se sigue pidiendo a España desde las instituciones comunitarias, por ejemplo, que ampliemos la mencionada reforma laboral. Todo lo anterior es aplicable, mutatis mutandi, a las comunidades autónomas, a las ciudades autónomas y a los ayuntamientos, entidades también obligadas a reducir gastos, a disminuir su déficit y, en definitiva, a aplicar la política de restricción. No cabe duda de que, en estos días de campaña electoral, oiremos muchas veces ese pobre argumento de que hay que sacar al PP del poder como sea, para acabar con la austeridad y con los recortes. Lo que decía Syriza en Grecia sobre el gobierno que le precedió, y ello le valió para ganar las elecciones. Ahora está despertándose de ese sueño para comprobar la dura realidad. Necesitan dinero, aunque ya deben la intemerata (a España unos 260 millones de euros pero, como todos, han de cumplir las reglas de la política común). Y no se siga diciendo que la mal llamada “amnistía fiscal” la hizo el Gobierno para favorecer a Rato, porque es evidente que, de haber sido así, peor no podía haber salido la jugada. El mayor enemigo de la democracia, el que la prostituye, es la demagogia, Por favor, ni caigamos en ella ni nos dejemos llevar por sus irrealizables cantos de sirena.