Sí, lo reconozco. Rechazo los ‘días D’. Esos que vienen marcados en el calendario y no sirven más que para engordar una política comercial concreta o para mantener unas tesis que luego no se cumplen. Hoy toca uno de esos días. El día de todas nosotras, de las mujeres trabajadoras.
Así que me encuentro aporreando las teclas del ordenador cuando ya han pasado las doce de la noche y mi compañera (otra mujer, por cierto) Ana Dueñas, me acompaña con la misma melodía, enviando páginas y apurando al máximo el cierre. Terminamos un día en el que el correo electrónico ha recibido no sé ya ni cuántos comunicados dedicados a la mujer, a la lucha, a los derechos, a la igualdad y a todas esas cosas que quedan muy bien en boca de los políticos pero que chocan con una realidad que no cambia. Y no cambia, desde el momento en que para optar a un puesto de trabajo todavía hay empresas que miran de arriba hacia abajo a la fémina en cuestión. Y a una le da por pensar si es que el empresario de turno estará contratando una secretaria eficiente o un buen par de tetas con culo respingón capaz de superar cualquier caída. Y no cambia, desde el momento en que el que te va a contratar para un puesto de trabajo comprueba que aún estás en edad fertil y empieza a pensar eso de... ‘como a esta le dé por quedarse preñada dos o tres veces... no me van a salir las cuentas’. O si ya tienes esos churumbeles, huye de cualquier contratación que tope con una madre que tenga que llevar adelante el trabajo y ser lo que es: la que los parió y la que tiene que estar ahí en los buenos y malos momentos. (A veces pienso si ese tipo de hombres cree que han salido de la cueva de Alí Babá en vez del coño de su madre... ¿trataría de la misma forma a esa mujer que tiene delante? No. Pero hay quienes no piensan, solo actúan). La defensa de los derechos de la mujer es incompatible con situaciones de este tipo que todavía se dan. Desgraciadamente. Lo es también con las diferencias salariales que aún hoy son mantenidas en algunas empresas o con el hecho de que se vea con malos ojos que haya mujeres al mando de áreas determinadas o copando puestos de responsabilidad en profesiones concretas. No se ve con los mismos ojos a una jefa que a un jefe. Se lo aseguro. Las barreras que hay que superar son muchas y lo que tiene que demostrarse día a día daría para escribir más de una columna. El calendario está para estropearlo todo. Con los días marcados, con los pensamientos sesgados (¿por qué hoy hay que hablar de las mujeres y no el resto de días?, ¿por qué hoy un tío que escribe con faltas, que no sabe expresarse, que es un cateto puede tener un puesto de responsabilidad sobre una mujer bien preparada y capacitada?, ¿quizá porque el macho siempre es macho?), con las celebraciones. ¡Venga! pues nada, feliz día a todas las féminas porque todas se lo curran. Y mucho. Sin etiquetas.