E ste domingo último se ha descolgado el frío con verdadero descaro. Es cierto que estamos en invierno y en el mes de enero, pero estábamos acostumbrados al buen tiempo por aquí, por el sur de España, en el que cada tarde disfrutaba de un pequeño paseo por la orilla de la mar, que estaba como un plato y con muchos bañistas jugando con sus tablas y las pequeñas olas que aparecían mansamente.
La puesta del sol, preciosa y siempre deseando que sirviera de reclamo a visitantes extranjeros de latitudes más altas y, por consiguiente de peor aspecto.
Yo me pasé el día en casa, a excepción de la hora de la Santa Misa, con el calentador cerca de mí y la televisión en funcionamiento que me ofreció una buena cantidad de partidos de fútbol además de las noticias a las horas reglamentarias. Del fútbol poca cosa pues los encuentros eran sumamente fáciles y de las noticias llamaban la atención las electorales, pues parece que los candidatos han aumentado la presión de sus discursos. No sé hasta dónde van a llegar. En mi opinión, aunque modesta, deberían bajar el tono y decir cosas más sensatas.
Un programa de sesiones electorales deberían, a mi parecer, ilustrarnos acerca de la situación general de España en el mundo, la situación interna y las medidas estimadas como más necesarias para mantenernos en un buen nivel, en todos los aspectos. Sin embargo no es así porque la mayoría de esas intervenciones se refieren a lo mal que lo está haciendo el del Gobierno y lo mal que lo hará cualquier otro que gane las elecciones; excepto, claro está. uno mismo. Hay razones para que bastante gente esté a disgusto con la situación actual, pero no se arregla con discursos de no buen tono y acusadores.
Tal vez sea eso –lo que dicen– lo único que se les ocurre con ánimo de desbancar a los oponentes de cualquier opción de victoria, pero la realidad es que quienes salimos perjudicados somos los electores, porque se nos informa poco y mal. Lo que está ocurriendo en el mundo y la forma y medida en que afecta y puede llegar a afectar a España y a los españoles es algo que ni se roza y cada cual por su cuenta ha de hacerse las composiciones de lugar pertinentes. Esto me parece que sí es muy importante.
Esto es lo que creo más importante y, sin descuidar alguna otra cosa, ahí es donde hay que comprobar qué candidatos y en qué forma tratan esas difíciles cuestiones. Los insultos y las malas calificaciones son de mal gusto y ya están muy vistas. Es necesaria una mayor y mejor preparación de los que aspiren a gobernar a nuestra nación. Hay en España suficiente cantidad de personas que conocen esos problemas que nos acechan y los que tenemos encima, para perder el tiempo con quienes tratan de enemistarnos a unos con otros.