Fue en la primera travesía del “Juan Sebastián Elcano” durante los años 1928 y 1929, cuando el ceutí Cristóbal Serrán Ortiz, emprendió su gran aventura alrededor del mundo.
Fue anotando todos los detalles en un Diario, su contenido, escrito con un estilo sencillo y ameno, describe la vida dentro del barco así como los acontecimientos más importantes que tienen lugar a su llegada a los puertos, aportando datos de gran interés sobre las culturas de los diferentes países que visita el buque-escuela.
Cristóbal Serrán, falleció el 25 de febrero de 1982, su hijo el antropólogo y pintor Ginés Serrán-Pagan, cuenta como fue el hallazgo del diario: “… Mi madre encontró el diario en la mesa de su estudio junto a conchas, fósiles y cosas del mar que él coleccionaba, y consciente de su importancia histórica, nos lo legó para que lo conserváramos. Aunque conocíamos muy bien los álbumes de fotos del viaje no sabíamos de la existencia del Diario”.
En el año 2004, vio la luz el Diario en forma de libro, con un formato cómodo de leer y plagado de fotografías, mapas, apuntes… Toda una joya para conservar y releer, su hijo Ginés Serrán-Pagan, ha sido el artífice de este logro.
En la introducción del libro Ginés escribió: “Durante la primera vuelta al mundo que dio el buque-escuela, mi padre lo anotaba todo como si fuera un etnógrafo. Se ganó la confianza de sus oficiales. Su espíritu alegre se mezclaba con su gran sentido de la responsabilidad y de la honradez que había aprendido de su padre. Sin haber podido completar sus estudios, en las horas libres que tenía en el barco, se auto-educaba él mismo, copiaba artículos de los periódicos para mejorar su escritura, resolvía problemas de matemáticas… leía las anotaciones que hacían los oficiales de guardia en el Libro de Bitácora, apuntaba las singladuras, y hacia fotos, cientos de fotos. A veces, las hacia desde puntos inverisímiles del buque, consiguiendo, con su pequeña máquina Kodak, de forma consistente, como se demuestra en las fotos que se reproducen en el libro, un lenguaje fotográfico donde un fragmento del buque aparecía siempre en la imagen, como si sirviera de testigo en ese instante donde se cruzan el espacio y el tiempo”.
Cristóbal Serrán, dejó escritas en su diario unas sabias palabras… “ Quiero decirle a las aguas del mar Índico, Pacífico y a todas las aguas saladas y dulces de los mares y los ríos, que este joven y elegante buque y sus hombres que lo dirigen, con pacíficos estudiantes que llevan solo mensajes de paz a todos los hombres de la Tierra. Aprovecho los días buenos de calma, en los ratos que no hay nada que hacer, para escribir en mi diario estos recuerdos y emociones, para no olvidarlos nunca si me falla la memoria. Pongo las fotos tomadas en mi álbum y apunto las singladuras en un mapamundi. Cada día hago un trazo de lo andado y le pongo un punto negro y los domingos los señalo poniendo el punto en tinta roja. No quiero perder detalles, porque este viaje es muy difícil de que se repita en la vida. Tomo notas que no sabría entender si no fuera por el Libro de Bitácora que tiene mi jefe en su despacho, y que me autoriza ver siempre que hay tiempo libre”.
A su vuelta, el 30 de mayo de 1929, dejó escrito como una reflexión en voz alta… “Acabo de llegar con el “Juan Sebastián Elcano” al puerto de Cádiz procedente de Nueva York. Aquí ha terminado la primera vuelta al mundo de este maravilloso buque-escuela. Escribo mientras viajo de Cádiz a Algeciras, para encontrarme con mi familia en Ceuta. Como diría el autor Ramón de Campoamor: “¡Quién supiera escribir…! para poder expresar lo que mis ojos han visto: Islas de Cabo Verde, Montevideo, Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Australia, Fiji, San Francisco, Panamá, Cuba, Nueva York… Cómo voy a explicar a mis familiares y amigos lo que he vivido; cómo van a comprender todo ese mundo tan diferente: los rascacielos de Nueva York, el abrazo emotivo de los sudamericanos que no nos dejaban salir del puerto, la danza del amor de las mujeres exóticas del pacifico, los ciclones, los caníbales de las islas Fiji, los días sin fin en el mar… No olvidaré el resto de mi vida esta experiencia. Sé que el recuerdo de mi viaje en esta primera vuelta al mundo en el “Juan Sebastián Elcano” me acompañará siempre”.
Su estudio de arte en Ceuta
Como prometió a su familia, volvió a Ceuta, a pesar de las ocasiones que tuvo de quedarse en Sydney, San Francisco o Nueva York, desistió de estas oportunidades para regresar con los suyos. Su amigo Marcelo García, a quien conoció en San Francisco, le pidió muchas veces que trabajara con el en California, pero él decía que no cambiaba por nada el amor que tenía a su familia. En 1940, se casó con Doña Encarnación Pagán Díaz, una mujer que adoró el resto de su vida – como dejó escrito su hijo Ginés-, tuvieron siete hijos. Aun sin él mismo saberlo, el destino le tenía reservado otras vivencias que no pudo ofrecerle durante su juventud ni en la época que tenía que hacerse cargo de su familia. Los últimos quince años los dedicó al arte. Y en una oficina que tenía de representaciones comerciales –calle Millán Astray- construyó un “atelier”, un estudio de arte, donde hacia esculturas con conchas del mar. Allí pasaba horas y horas perdido en la creación de sus obras. Cuenta su hijo Ginés Serrán-Pagán que todas las semanas le escribía a su casa de Nueva York. En una de sus cartas le decía: “Trabajo diez y doce horas diarias y no siento el cansancio, sino todo lo contrario, quisiera que los días fueran mas largos…”. Creó cientos de escultura hechas con conchas, corales, peces disecados y fósiles. Intentó su propio pegamento y creaba sus utensilios. Coleccionaba conchas de diferentes países del mundo. Su pasión siguió siendo el mar. Falleció en febrero de 1982. Antes de dejarnos se le veía caminar por la playa casi todas las mañanas solo. Allí se iba, a la orilla, a oír el golpe brusco de las olas con las piedras. “Terminaba así su vida, hablando con el silencio del mar”, dejó escrito su hijo Ginés en el libro “La Memoria del viento”.
El diario de Cristóbal Serrán,
transformado en libro
Gracias al tesón y laboriosidad del hijo de Cristóbal, el antropólogo, pintor y escultor, Ginés Serrán-Pagán el diario se transformó en libro, “La Memoria del Viento: La apasionante primera vuelta al mundo (1928-1929) del buque escuela Juan Sebastián de Elcano”. Fue presentado en el 2004. En el camino tuvo que ordenar y clasificar cientos de fotos, consultar hemerotecas en el extranjero, viajar a algunos de los países que visitó el Elcano y localizar la bitácora. Incluso conoció en Matanzas (Cuba) a su prima Finita, uno de los personajes mencionados y fotografiados por Cristóbal medio siglo antes.
A los pocos meses de su salida a las librerías se agotó, pero Ediciones del Viento (Galicia /Madrid) lo está reeditando y saldrá a la calle en los próximos meses con una edición especial con vistas a que se convierta en un clásico de los libros de viajes.
Tras su publicación han sido numerosas las reseñas en revistas especializas como la del general Cervera en la Revista de la Marina, una carta cariñosa del Rey, Juan Carlos o destacar en la prensa nacional el dominical de El Mundo que le dedicó un extenso reportaje en julio del 2005: “Aquella tripulación de 237 hombres que zarpó en 1928 vivió todo tipo de aventuras. El barco estuvo a punto de naufragar por un ciclón en aguas del Pacífico, pero los marineros —32 desertaron tuvieron tiempo de divertirse descubriendo nativas de pechos desnudos, presenciando carreras de avestruces o participando en peligrosas cacerías de cocodrilos. Todo ello ha sido llevado a un libro gracias al diario y las imágenes que tomó un marinero llamado Cristóbal Serrán.
Era 1928. Entonces Cristóbal no tenía más que 21 años y una prodigiosa oportunidad de conocer mundo a bordo del recién nacido Juan Sebastián de Elcano. Más de 300 días (303, exactamente, 168 de ellos de navegación) y 30.000 millas después Cristóbal y sus compañeros de viaje habían visto carreras de avestruces y rascacielos, habían conocido tribus caníbales, habían sobrevivido a un ciclón en el Pacífico que partió el palo mayor de popa —la peor tempestad en la zona en 20 años, habían probado bocados impensables como la carne de tortuga, habían descubierto los encantos de la danza del amor en la Polinesia y disfrutado de la hospitalidad cubana en La Habana. Convencido de que aquello le iba a acompañar toda la vida, Cristóbal sacó cientos de fotografías con su pequeña cámara Kodak de fuelle. Cada vez que el Elcano tocaba puerto, se dedicaba a buscar postales. Entre una cosa y otra llegó a hacerse con más de 500 valiosas imágenes. Y en las singladuras de calma chicha iba anotando con detalle cada vivencia, cada suceso, cada sensación.
No se equivocaba Cristóbal; aquello le acompañó toda su vida. "Todos los domingos por la mañana nos arremolinábamos alrededor de su cama y le preguntábamos cómo eran los canguros de Australia o le pedíamos que nos volviese a contar cómo superaron el ciclón en el Océano Pacífico", recuerda Ginés Serrán-Pagán, uno de sus siete hijos. "Allí abría aquellos álbumes de hojas negras en los que había pegado todas esas fotos tan pequeñas con clara de huevo o con agua y harina, nos enseñaba la riqueza de un grupo de vendedores ambulantes en las islas Fiji o una nativa con los pechos desnudos o la vida del Barrio Chino de San Francisco. Se deleitaba y nosotros soñábamos. Para él era la única posibilidad de relatar esa maravillosa experiencia".
Visitas de ‘Elcano’ en 1945 y 1953
Con esta visita del buque-escuela “Juan Sebastián Elcano”, han sido tres las veces las que ha cruzado el Estrecho para echar el ancla en Ceuta, las dos anteriores fueron un 11 de junio de 1941 y el 29 de septiembre de 1953. La primera visita estuvo rodeada de toda la parafernalia del final de la guerra civil, aprovechando en sus discursos el momento de posguerra. Su primera visita fue al santuario de Nuestra Señora de África donde se cantó a su finalización la salve marinera, a continuación se desplazaron al Protectora y visitaron el acuartelamiento legionario de dar Riffien. Esta visita tuvo un serio rival ya que cuatro días más tarde el domingo día 15 jugaba el Club de Futbol Barcelona en Ceuta, contra la Sociedad Deportiva Ceuta, en el Estadio municipal, todavía no había recibido el nombre de Alfonso Murube. Para la segunda visita los ceutíes tuvieron que esperar doce años, el buque procedía de Punta Delgada en Isla de San Miguel, en el Archipiélago de las Azores, a primera hora de la madrugada fondeó en la bocana del puerto, unas horas y después tras amanecer paso a ocupar el espacio desalojado momentos antes por un vapor en el muelle España. Permaneció hasta el 2 de octubre. Durante su estancia fueron varios los actos, nueva visita a entre ellos una vista a Riffien, la visita al acuartelamiento de Regulares de Tetuán Nº 1. Visita al salón del trono del Ayuntamiento y por la tarde un baile en la Hípica. En el local de la sociedad deportiva Unión África Ceutí nuevo baila actuando la banda de música del barco.