He visto numerosas veces la película titulada "Pearl Harbor" en la que se muestra, especialmente, la desagradable y terrible sorpresa que constituyó para los norteamericanos - especialmente para su Armada -
el ataque de las fuerzas aeronavales japonesas a esa Base de la Flota del Pacífico con bandera de los Estados Unidos de América. Siempre, mi comentario sobre ese hecho ha sido el del valor de la sorpresa en las acciones bélicas y, en general, en todos los hechos de la vida de cada persona. ¡Cuántas veces nos sorprendemos de cosas que nos ocurren a cada ser humano! Vivimos, en general, según costumbres que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, dando de lado cualquier otra posibilidad, aunque nos avisen de ello.
Éste Domingo último volví a ver esa película, emitida por un Canal de TV y me fijé, especialmente en el rechazo de los mandos norteamericanos a la información que uno de sus servicios le proporcionaba, como opinión personal de un Capitán de Navío del Servicio de Información. Me pareció al mando que esa opinión no estaba suficientemente contrastada y el ataque japonés se produjo en el lugar y forma anunciada, a sus mandos, por el citado Capitán de Navío. Los resultados son de sobra conocidos y a los Estados Unidos le costó un gran esfuerzo volver a nivelas sus Fuerza Naval con la de Japón en el Pacífico. Ese hecho está recogido por la Historia y no será olvidado por los Servicios de Información de cualquier país. Fue verdaderamente asombroso.
Hoy día nos encontramos con un ambiente internacional muy desajustado y, por tanto, existe una gran prevención en los sistemas de análisis de todos los países. Tienen las lecciones bien aprendidas y con muchos años de experiencias, pero los causantes de las anormalidades en la estabilidad de nuestro mundo también son inteligentes y tratan de encontrar las vías y medios adecuados a los fines que tienen en la mente. Pienso que no le dedicamos toda la atención que merece esa situación internacional - hay quienes piensan que no pasa absolutamente nada - y le dedicamos nuestra atención a problemas más cercanos aunque de muy distinta índole. No se trata, a mi juicio, de estar asustados por unas u otras causas, pero sí debiera darse la atención que merecen cada una de las cuestiones que nois afectan .
Pero a fin de cuentas es el ser humano - cada una de las personas que hoy vivimos - el que debe prepararse bien a fondo para evitar las posibles sorpresas, que están a la vuelta de la esquina. La atención personal que nos debemos a nosotros mismos también comprende - de forma muy importante - la que debemos a nuestra alma. Dicho de otra forma: no debemos ser ingenuos. No debemos seguir esas corrientes de opinión - o de uso generalizado - de que lo que importa es vivir, materialmente lo mejor posible y lo demás son cuentos. Bueno, pues no es así y la prueba la tiene cada persona en sí misma, cuando piensa serenamente en lo que ha sido su vida y lo que puede llegar a ser. Las sorpresas suelen ser mayúsculas y en muchas ocasiones ayudan a rectificar la forma de vida,
No quiero terminar sin dedicar un recuerdo cariñoso a todos los que dieron su vida por la Patria sirviendo en el Arma de Infantería y a todos, también, que murieron rindiendo tributo a la edad. No olvido tampoco a los que aún viven y siguen amando a su Patrona, a la Inmaculada, cuya festividad celebramos hoy, cuando esto se escribe. Ellos saben bien cómo se ven libres de muchas sorpresas por el cariño que profesan a su Patrona. Y en fin a toda cuanta persona tenga a bien leer estas líneas va dedicado mi deseo de que la Virgen María, la Inmaculada, los sigue protegiendo y evitándole sorpresas desagradables en sus vidas.