Mañana y pasado se han programado varios actos en la ciudad con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género. De nuevo centraremos las miradas sobre los mismos casos, acentuando nuestras preocupaciones sobre los casos que están siendo protagonizados por adolescentes.
Niñas, en definitiva, que sufren violencia física o psíquica en sus primeras relaciones. Cada vez son más los casos de falta de respeto, de menosprecios, de humillaciones que se sufren siendo unas adolescentes y que a menudo no se conocen por miedo, vergüenza o incluso por falta de información que lleva a confundir un falso cariño con una agresión en toda regla.
En una sociedad en la que la pérdida de valores es cada vez más evidente, en la que la falta de respeto parece calar en demasiados ámbitos (fíjense las lecciones que a diario nos dan quienes se supone están para administrar el bien común), se produce un auténtico choque entre lo que debe permitirse y lo que no. Lo último es la humillación, la falta de respeto hacia el otro tal y como es, el intento por apropiarnos de su personalidad y dominarlo.
Lo que empezó como algo anecdótico se está convirtiendo en habitual. La franja de edad en la que más casos de violencia se producen es la que empieza a partir de la adolescencia. Y a menudo son casos que se sufren en silencio por miedo a pedir ayuda, por amenazas o por una falta de personalidad que les convierte en incapaces de romper con algo convertido ya en costumbre.
Se han programado dos jornadas de actividades, de llamadas de atención institucionales, de canalización de mensajes... después se volverá a la normalidad, a la triste realidad de las agresiones, a las estadísticas que encierran situaciones dramáticas, a la permanencia de un problema que ha terminado por formar parte de nuestras vidas.
Es evidente que las medidas adoptadas hasta el momento no funcionan. Lo es cuando nos enteramos de los casos sufridos en silencio por adolescentes, lo es cuando se celebran cada vez más juicios en los que la víctima no quiere dar el paso y termina retirando la denuncia (incluso antes de llegar a la vista oral), lo es cuando a la mujer se le arrebata su personalidad y se le termina sometiendo a los patrones de su pareja. Y esa situación continúa, va a más en los sectores más débiles... y la única lectura que cabe hacer es que no lo estamos haciendo tan bien, no somos capaces de criar generaciones alejadas de la violencia. Muy al contrario, somos incapaces de ayudarles a frenar esa escalada.