Es muy posible que Ceuta sea una de las ciudades cuyas referencias documentales estén más repartidas por archivos nacionales e internacionales. La razón es obvia. Ha pasado por diversas etapas políticas y, además, ha tenido la consideración de plaza fuerte y presidio. Estos ingredientes hacen que podamos encontrar referencia a ella en archivos militares como el eclesiástico castrense y de órdenes religiosas que han pasado por ella y por Marruecos, como es el caso de los franciscanos. Asimismo su periodo portugués hace que las referencias en los archivos lusos, en especial en el archivo de la Torre da Tombo, sean muy amplias.
Pero eso no implica que no encontremos también otras fuentes documentales que entrarían en la nómina de las más cotidianas en la búsqueda de los investigadores. En ese campo se inscribiría la documentación existente en el Archivo de la Ciudad, en el Archivo Vicarial, y en los de las parroquias de especial valor histórica como son la de El Sagrario (Nuestra Señora de África) y la de Nuestra Señora de los Remedios. A ello se añadiría, sin duda, el Archivo Intermedio Militar de Ceuta.
Pero hay una documentación de gran valor para desentrañar muchos aspectos, en especial económicos, de Ceuta, del que no podemos disponer cómodamente los investigadores. Me refiero al archivo de Protocolos notariales.
Desde la edad moderna la burocracia española se ha interesado en la conservación de aquellos documentos de especial sensibilidad económica, con el fin de asentar todas las transacciones que se realizaban entre particulares o entre particulares con la administración. Tanto los escribanos de cabildo como aquellos otros que ejercían su labor de fedatarios en el ámbito privado, recogían en sus libros los documentos que los particulares firmaban. Entre ellos podemos citar como ejemplo de especial importancia económica la compra venta (ventas reales), los arrendamientos y las obligaciones o actuaciones crediticias. Pero no son de menor importancia los testamentos, codicilos, otorgamiento de poderes generales o especiales, las obligaciones alimenticias, fianzas, creación y cancelación de compañías, curadurías, dotes, embargos de bienes y un largo etcéteras de documentos muy interesantes, cuya sola declamación induce a la curiosidad.
Los protocolos son de índole privada, siendo el notario archivero de cada localidad el encargado de su custodia y el principal escoyo con el que nos encontramos a la hora de poder consultarla. Sin embargo, el elevado volumen de los libros que suelen componer esta documentación ha hecho que muchos colegios notariales hayan cedido los ejemplares de los escribanos más antiguos a las autoridades culturales, bien nacionales, regionales o locales. De esa amanera se soslaya el problema de su consulta, ya que en algunos casos se encuentran perfectamente catalogados y guardados en archivos de la red estatal.
Conozco los protocolos notariales de la provincia de Málaga, cuya documentación comienza en el siglo XVII y se extiende hasta donde la ley actual permite su estudio. Se ubica en el Archivo Provincial de Málaga, situado en el barrio de la Trinidad, junto al antiguo convento de la orden trinitaria, después de ocupar la Casa de la Cultura que fue derruida para dejar espacio libre al teatro romano sobre el cual se había construido. Su inventario fue obra del señor Cabrillana que, casi en solitario y con una paciente labor, ha hecho posible su consulta actual. Salvo por el deterioro que sufrieron algunos ejemplares a causa de una inundación, el resto está a la disposición de los investigadores del mundo entero.
En Ceuta no gozamos de tal suerte. Los libros de protocolos notariales se encuentran en Algeciras, como sede de la llamada Provincia Notarial que engloba a la referida población, a la de Tarifa y a la de Ceuta. Su ubicación en la ciudad del otro lado del Estrecho, no sería un obstáculo ni para los investigadores de Ceuta ni para los que no vivimos en esta ciudad. El problema reside en que están inventariados solo parcialmente y, lo que es peor, no están ubicados en ningún local que tenga las trazas de perennidad que es deseable para todo tipo de documentos. Hasta donde llega mi conocimiento ha pasado por diversos locales, siendo los dos últimos, el llamado “La Escuela”, donde se ubicaba la Fundación Municipal de Cultura y, en el lugar conocido como Varadero.
En el primero de los lugares señalados se procedió a su inventario, gracias a la colaboración del ayuntamiento algecireño y del notario archivero en ese año de 1989 don José Montoro y Pizarro. En ella intervinieron investigadores y archiveros como Carlos Gómez de Avellaneda, Antonio Torremocha, Juan Ignacio de Vicente Lara, Francisco Humane, Mario Ocaña, Angelina Melle, Javier Criado y Andrés Bolufer, entre otros. Algunos de ellos becados por el ayuntamiento de Algeciras.
He tenido la ocasión de consultar algunos documentos en dos momentos y en ambos he logrado la colaboración de sus custodios. En una ocasión la de la tristemente desaparecida Angelina Melle y en otra la de Manuel Tapia. Sin embargo, la última vez que quise consultar sus fondos no me fue posible, ya que por el momento su consulta requiere la previa cita con su responsable.
Algunos casos son curiosos, como la venta de barcos de pesca por los oficiales del ejército cuando eran destinados a otro lugar de España. Se trataba de barcas que habían utilizado para la pesca o el corso y que vendían cuando cambiaban de destino. Asimismo, de esta documentación se pueden extraer datos curiosos como las estructuras de las casas de Ceuta y el precio del metro cuadrado construido. Según los datos de protocolos notariales, las viviendas eran de uno o dos pisos, casi todas ellas tenían patio o corral, pozo u otro sistema de acopio de agua procedente de la lluvia. Eran edificios pequeños pues podían oscilar entre las 17 y 60 varas (entre 14 y 50 metros cuadrados según la conversión de la vara de Burgos). Por otro lado los libros del escribano Antonio Agredano nos ofrece datos del coste de arreglos de viviendas, algo muy corriente en nuestra ciudad. Por ejemplo la del canónigo Pinto supuso un desembolso de 3.575 reales. Algunas viviendas eran vendidas ante la imposibilidad de sus dueños de repararlas.
En ese caso el precio era bastante menor que el de la reparación hecha por el canónigo Pinto. Así el cabo de brigada Juan Segura vendió una casa situada en el revellín por un montante de 1.500 reales, aunque es cierto que el comprador adquirió de ella solo lo que quedaba: un balcón de hierro, una reja, un pozo y algunas vigas, paredes y tejas. Otras de las informaciones muy abundantes en los libros de los escribanos eran las patentes de corsos que se constituían como empresas mercantiles y de las que nos ha dejado un magnífico estudio el algecireño Mario Ocaña.
Como se ve se trata de información importante y además curiosa la que estos documentos pueden ofrecernos. Somos conscientes de los esfuerzos de las autoridades culturales de la ciudad por cambiar esta situación, y aunque, como hemos dicho más arriba, se trata de documentación privada gestionada por la notaría archivera, los poderes públicos deben instar a delegar su custodia y a ofrecerla de forma más dinámica a los investigadores, no solo por el bien de la cultura, sino también por el de los propios legajos, cuya salvaguarda como patrimonio cultural es importante.
*Antonio Carmona Portillo es Doctor en Historia del IEC