Cada día es más evidente que Ceuta se erige como una isla de prosperidad rodeada por un profundo mar de miseria. Nuestra ciudad actúa como un panel de rica miel para laboriosas abejas.
La falta de oportunidades socioeconómicas en el hinterland ceutí hace que cada día más personas acudan a Ceuta para ganarse algo de dinero pasando bultos, haciendo chapuzas, trabajando en domicilios particulares o comprando en supermercados mercancías de primera necesidad que luego pueden revender en su país. Su número no deja de crecer, como tampoco lo hace el número de personas que fijan su residencia en Ceuta o pretenden hacerlo. La suma de residentes legales, ilegales y transeúntes ha alcanzado cifras elevadísimas, muy superiores a la capacidad de carga que puede sostener un territorio del tamaño y las condiciones naturales de Ceuta. La excesiva presión antrópica que se ejerce sobre este reducido territorio está causándole importantes e irreversibles daños. No es posible una adecuada ordenación del territorio en un contexto de desbordamiento poblacional. Se construye de manera legal o ilegal en los escasos rincones que aún han escapado del cemento y el hormigón. Y si este hueco no existe se crea derribando edificios de valor cultural u ocupando zonas sensibles desde el punto de vista ambiental como arroyos, puntos del perímetro costero o zonas forestales. A todo esto hay que sumar la incidencia ambiental de megaproyectos como el nuevo centro penitenciario que ha supuesto una transformación dramática del paisaje.
El espacio geográfico está siendo maltratado y se da la espalda al más mínimo análisis sobre las condiciones naturales que ofrece Ceuta para albergar con ciertas garantías a una población creciente que reclama trabajo y unas condiciones básicas de subsistencia. Nuestro territorio, por sus condiciones geomorfológicas y edáficas, no ha sido un lugar propicio para la agricultura intensiva ni para la ganadería. La pesca que estuvo en el origen de esta ciudad ha dejado de ser una alternativa económica importante debido al maltrato que en el pasado sufrió la biodiversidad marina. Tampoco ofrece Ceuta los mínimos requisitos para el sector industrial dado su escaso territorio y los problemas en el suministro de energía y agua. Solo nos queda el sector terciario, mayoritariamente representado por el empleo a cargo del erario público y complementado por un comercio dependiente cada día más de un paso fronterizo estrangulado por motivos políticos, económicos y de seguridad.
Nuestra única esperanza para animar algo la economía local es el turismo. Sin embargo, los ansiados turistas no llegan. El alto precio del barco imposibilita la llegada de visitantes a nuestra ciudad. Una familia, con un tamaño medio de cuatro personas, tienen que gastarse 240 euros solo para cruzar el Estrecho en su viaje de ida y vuelta. Este elevado coste sólo puede ser asumido por personas de alto poder adquisitivo que no se mueven sino es para disfrutar de un producto de alta calidad. El problema es que esta calidad se encuentra hoy día muy repartida y al alcance en muchos lugares de España y fuera de nuestro país. Así que ahora lo que se busca son propuestas diferentes y atractivas. Se busca, sobretodo, lugares que despierten los sentidos, espacios en los que vivir experiencias únicas y conocer de primera mano culturas distintas a las que estamos acostumbrados. Desde esta perspectiva Ceuta ofrece unas condiciones óptimas. Ceuta se caracteriza por sus bellos paisajes, sus impresionantes vistas del Estrecho y una luz cegadora. Nuestra atmósfera está cargada de olor a mar y sus sonidos también son marineros con el constante chillido de las gaviotas, por mucho que algunas veces lleguen a cansarnos. El mar está también muy presente en los sabores que podemos degustar en los bares y restaurantes ceutíes.
Las experiencias que podemos vivir en Ceuta son igualmente ricas. Nuestro litoral tiene unas magnificas condiciones para el buceo, el avistamiento de cetáceos y aves marinas y los recorridos paisajísticos en barco o en kayak. Y si se es más de secano, nuestros visitantes pueden recorrer senderos de la belleza del Camino de Ronda o la senda entre los fuerte neomedievales de García Aldave, donde historia y naturaleza se dan la mano. Precisamente nuestra dilatada historia nos ha permitido contar con un importante patrimonio arqueológico y cultural que constituye uno de los principales atractivos de nuestra ciudad.
Todas estas condiciones son ciertas, aunque tengamos que reconocer nuestra falta de objetividad a la hora de hacer balance de los atractivos de la ciudad a la que uno ama. Nosotros percibimos con intensidad esta Ceuta deleitosa para los sentidos e intensa para los sentimientos, pero no podemos dejar de sentirnos tristes e impotentes por todo el maltrato que recibe por propios y extraños. Nuestro lugar, nuestro espacio vital heredado, está siendo destruido por la falta de bondad y respeto a la tierra, por la ignorancia y por la completa ausencia de educación estética de quienes tienen en su mano el diseño de la imagen urbana de Ceuta. Un lugar como nuestra ciudad no puede dejarse en mano de personas que encarnan a la perfección algunos de los personajes ideados por John Bunyan en su obra El progreso del peregrino. En Ceuta manda el Sr. Interés acompañado por sus inseparables compañeros el Sr. Apego al Mundo, el Sr. Amor al Dinero y el Sr. Avaricia. Todos fueron a la misma escuela donde imparte clase un tal Sr. Acaparador. Este maestro, como nos cuenta Bunyan, “les introdujo en el arte de conseguir, ya fuese por violencia, fraude, halago o mentira; y esos cuatro caballeros han alcanzado un alto grado del arte de su maestro, tanto que cada uno de ellos podría haber tenido su escuela propia”. El Sr. Amor al Dinero suele preguntarle al Sr. Interés por nosotros. “Quiénes son los que van en el camino por delante de nosotros”. Y este último responde: “son un par de hombres que un país lejano, que van en peregrinaje a su modo”.
Nosotros no vamos muy lejos. Nuestro viaje es más interior que exterior. Partimos como el personaje de Bunyan de la Ciudad de la Destrucción hacia la Ciudad de la Vida Buena. Atravesamos la línea de los sentidos, las experiencias y los sentimientos donde salimos fortalecidos para superar la difícil frontera de los ideales, las ideas y los sueños que nos conduce a la ethopolítica, la sinergia y los logros efectivos. Este es el reino de la Bondad, la Verdad y la Belleza. Nuestro camino, abierto a todos los que quieren acompañarnos, es complicado. Aún no hemos sido capaces de desprendemos del lodo que se nos ha quedado pegado al cuerpo al cruzar el Pantano de la Desilusión y llevamos mucho tiempo subiendo la Colina de la Dificultad. Cada vez que la fuerzas flanquean recordarnos el mensaje que nos dejó el Peregrino de Bunyan: “La colina, aunque elevada, quiero ascender, la dificultad no me detendrá; pues percibo que aquí está el camino de la vida; vamos, adelante, corazón; no temas ni desmayes, el camino recto, aunque difícil es mejor, que el fácil, cuyo fin es la perdición”.
La Ciudad de la Vida Buena (eutopia) es muy distinta a la Ciudad de la Destrucción. Se parece mucho a las Montañas de las Delicias del peregrino de Bunyan, repletas de jardines y huertos, viñas y fuentes de agua, y en la que sus cuidadores no son Sr. Interés, Sr. Apego al Mundo, el Sr. Amor al Dinero y el Sr. Avaricia, sino los pastores Conocimiento, Experiencia, Vigilancia y Sinceridad. En este lugar “crecen bonitos árboles a ambas riberas, y cuyas hojas, si se toman, son buenas contra los excesos”. Necesitamos en Ceuta algunos de estos árboles para que nuestras autoridades y el resto de los ceutíes comamos sus hojas. Quizás así nos demos cuenta de que Ceuta será destruida, como la ciudad de origen del peregrino, al menos que corrijamos el exceso de población, de crecimiento urbano y de crecimiento económico basado en la depredación de nuestros limitados recursos naturales.
Este camino, el que nos lleva a la Ciudad de la Vida Buena, “es tan empinado como una escalera, y el camino al infierno tiene tanta pendiente como un monte”. Pero nosotros preferimos, como el peregrino, “subir por la escalera hacia la vida, que bajar por la pendiente hacia la muerte”. La espiral de la vida está a disposición de todos. Solo necesitamos la suficiente disposición para emprender el camino.