Está visto que el ser humano necesita competir; tiene que demostrar que aquello que hay que hacer es él y no otro quién lo hará mejor y hasta más barato.
Somos presumidos o dados a presumir, aunque sólo sea de boquilla, de cualquier cosa. Los de ahora son otros tiempos, pero yo recuerdo lo que presumí cuando me vestí, por vez primera, con pantalón largo, Sí, eran otros tiempos pero la mentalidad humana sigue siendo la misma; necesita destacar y, sobre todo, que se note claramente ese hecho por los demás. Ahora estamos inmersos en la fase final de la competición por la Copa del Mundo en la modalidad de fútbol y hoy viernes día 4 de Julio se juegan dos partidos de los cuales ustedes conocerán sus incidencias y resultados cuando estas líneas las puedan leer, mañana, en su periódico habitual.
Hace ya bastantes días que estamos siguiendo las vicisitudes de esa competición, a pesar de que a las primeras de cambio el equipo de España sufrió una horrorosa derrota ante Holanda. Podría parecer que nos olvidaríamos de esa competición, ya que estábamos eliminados pero ahí seguimos pegados a los noticiarios deportivos y a las emisiones de los partidos que se juegan, aunque es cierto que no hay el interés que en otras ocasiones se mantenía por el hecho de jugar el equipo de España. No competimos ya, de hecho, pero hacemos cábalas y hablamos en las tertulias acerca de los posibles resultados en los partidos que se han de jugar. Hay una cierta añoranza de los tiempos mejores pero, a pesar de ello, seguimos de cerca la competición.
Competir es una exigencia fundamental para el ser humano, aunque a veces se deje arrastrar hacia competiciones que van contra su propia naturaleza, la de su destrucción. A diario tenemos noticias de violencias extremas que acaban con la vida de mucha gente, niños incluso, y crean un ambiente de destrucción y horror verdaderamente trágicos. No es esa la competición deseable para las mujeres y hombres de cualquier país; hay otra forma, muy distinta y perfectamente humana. de llevar adelante ese instinto natural del ser humano. Es la llamada del bien, del amor entre todas las gentes, de esa convivencia en la que que cada cual trabaje por mejorar su actitud ante la vida, de competir noblemente por mejorar la de todas las gentes.
Competir personalmente en tratar de hacer el bien, por la forma que considere mejor para él mismo, para sentirse a gusto con lo que se hace y dentro de las exigencias que son normales para cada persona en particular. La competición hay que llevarla al interior de uno mismo y más de una vez se tratará de vencer cualquier apetencia que se nos haya metido en nuestra cabeza y que sin embargo no es la más adecuada para el resultado de esa competición en la que nos hemos embarcado decididamente; la de hacer el bien en todo momento y ocasión. Es la competición de nuestra vida, la total, la que se une a cualquier acción nuestra e incluso a nuestro pensamiento. Es fácil oír otras llamadas, pero la nuestra, la de la competición, la de nuestra vida, en suma, es mucho más fuerte y vita.
Bueno, pues que ganen los que ustedes deseen; yo preferiría que ganaran Alemania y Brasil, pero entiendo que también podrían hacerlo sus contrarios, o sea Francia y Colombia y, sobre todo, que no se enfaden muchos los seguidores de los que, en definitiva, hayan perdido, aunque tampoco se puede olvidar que, a veces. la euforia de los vencedores acaba en broncas y disturbios. Así que a competir pero con buen talante y cariño a los demás.