Le ruego a los lectores de este diario que se detengan un instante a leer este pequeño homenaje a un tipo singular. Sé que es muy difícil cuando los rotativos han estado plagados de reconocimientos a un grandioso personaje como fue nuestro expresidente Suárez, con muchas e importantes decisiones para nuestro país, detenerse a leer unas palabras de reconocimiento y homenaje a un tipo que no tiene nada que ver con toda esa grandilocuencia e importancia institucional,
sino mas bien todo lo contrario, pero quizás tal vez por ello merezca la pena perder un minuto, porque este tipo del que les hablo es como el noventa y cinco por ciento de nosotros, y creo que sinceramente el vacío que ha dejado en su entorno es fácilmente comprensible para el que ha perdido algún amigo de los de verdad.
Un tipo que no fue un grandísimo profesional y no por falta de capacidad intelectual, de la cual todos los que compartimos largas charlas sobre cualquier tema tuvimos la oportunidad de comprobar que estaba sobrado de ella, y que de haber elegido otro camino, en otras épocas, los resultados hubiesen sido sin duda triunfales. Pero el susodicho era auténtico para todo y eligió su camino como quiso y sin dejarse influir por los demás, acarreando con sus aciertos y errores, como solo lo asumen los que son consecuentes con sus actos lo harían, sin jamás lamentarse, por tal o cual decisión, pero siempre compartiendo con sus amigos las buenas experiencias para hacernos reír y disfrutar con las mil y una peripecias vividas por nuestro querido colega, y guardando las malas para no disgustarnos.
Muchos fuimos los que recorrimos media España a su lado, lloviera o con un calor de espanto, con más o menos dinero, durmiendo en hoteles, pensiones, campings, y alguna que otra en el margen de la carretera, pero siempre con unas ganas de rodar por rodar insaciables, por disfrutar del viento en la cara, por sentir esa sensación de libertad de la que él era un amante empedernido, para nada más llegar ponerse el delantal cual Maruja y prepárarnos aquellas paellas valencianas que llevaba en la sangre y que ejecutaba con precisión quirúrgica, para después tomarnos aquellos carajillos y planear alguna de las que organizamos con él a la cabeza.
Llegado este último momento, se enfrentó a la enfermedad como siempre, fiel a su estilo, de cara, y nos dejó sin lamentos, sin ruidos, para finalmente coger el desvío que todos cogeremos algún día, y en el que estoy seguro nos esperará en la siguiente gasolinera, como siempre ha hecho con su cigarro Camel entre los labios y una birrita bien fresquita.
Por cierto este Gran tipo se llama José Luis Lliso “GRILLO”, y en las noches de luna llena dicen se le ve rodando por el cielo. Si eres motero y lo encuentras quizás tengas el privilegio de rodar a su lado.