No cejaré en el empeño. Mientras la sangre de mis venas me avise de la mentira derramada no cejaré: el flujo de lealtades ha de tener doble sentido. Más allá del amor, la lealtad de los jefes hacia su pueblo. La tinta con que se firmó la Constitución nueva consagró nuestro sistema de voluntades, con una prioridad máxima: el bienestar de la persona patria.
A cambio, esta persona habría de encarnar los valores sempiternos de la patria, aquellos que sobrevivieron a la barbarie en el libro abierto de la Historia.
Precede a todo fundamento, el espíritu de servicio; acudir allí donde un compatriota no finge su necesidad. La Casa de España, sobrevenida en casa de todos, pondría el sello al texto constitucional, que por ahora tirita de frío.
Está en el ambiente que los corazones deben latir al mismo tiempo, que las manos deben obrar como si la vida fuera en ello; pero a cambio, los niños deben madurar al sol de la alegría y mirar con los ojos del vientre lleno.
Cierto día, una ley tuvo su impronta: “Te ganarás el pan con el sudor de la frente”. En España aceptamos esta derrota, pero ¿a qué ventanilla dirigirse para cumplir esta norma, anterior a todas las cosas?
Aún recuerdo aquellos cielos, cuando las casa eran de barro seco. El frescor de la sombra abastecía a toda la estancia, y allí tenían asiento las escenas familiares; unas veces felices, unas veces gloriosas.
Trabajo y hogar, bonito lugar. Mientras exista el lenguaje de la humildad, una luz permanecerá en el firmamento, quizá mayor que el sol, quizá mayor que el verbo.
Es así que la política debe recuperar su grandeza, y desde ella construir la realidad. No lo olviden, somos artífices de nuestro destino, y si bien existe la economía global, también existen el alma y la dignidad.
Para jugar la partida de la lealtad hace falta un amigo. Y ese amigo puede ser el Estado, siempre y cuando acepte mi anillo. En el Estado busco perdón, familia, añoranza y sigilo. A cambio, yo le entrego mi fe, mi enfermedad, mi fortuna y mis libros.
Como no hay palabra antes de nacer, no habrá bandera antes de su oficio. Y aunque el oficio de uno es vivir, hagamos que España emplee a sus hijos.