Cataluña: sobre la decepción y el oportunismo. Que alguien me libre de condicionar la historia de un pueblo como el catalán, de dudar de su origen y de desaforar su destino, máxime si su lengua es tan centenaria y su campiña sin igual. Pero vengo a traer a colación un plebiscito, que de antojarse, podría aportar luz a la sesera y bendición al desposeído. A saber: “¿Si España fuese un país próspero, usted seguiría con su ansia separatista?”.
De esta pesquisa, célebre al extremo, sabremos si la idea de independencia proviene de la esencia de las gentes, o por la visceralidad de las circunstancias. A nadie le apetece pertenecer a un país destartalado y de prácticas dudosas (“nefasto” que diría mi progenitor), pero su contrario no es necesariamente la solución. El catalanismo sobrevenido por la situación de penuria en las arcas, en la cultura y en las instituciones, me suena más a decepción que a autoafirmación. En esto, CiU de Mas va a ser víctima de su propio alzamiento, y le ha puesto sobre la mesa a Esquerra Republicana la campaña perfecta. Sin despeinarse, Esquerra aspira a ser la principal fuerza política, y ellos, claro, encantados de haberse conocido.
Al hilo, sólo tengo una reflexión: ¿qué le queda a alguien al que España le privó de su trabajo, de su bienestar y de su vecino, más que el peso firme de los instintos, del cambio, y de la posibilidad? En cuanto a mí, yo, en estos momentos, estoy en contra de agitar las aguas, estoy en contra del dispendio. Porque, por ejemplo, ¿cuánto costaría cambiar la imagen y el logotipo de los organismos públicos y su publicidad? Seguro, que al menos, 40 millones de euros. Pues bien, con ese dinero se podrían cubrir las políticas de las becas Erasmus de la Universidad de Barcelona, ¿cabe mayor prioridad?. (Este tipo de comparaciones son muy recurridas pero tienen gran valor didáctico) Quien no mira el perjuicio, mira más para su persona que para el resto (el dichoso bien común).
Ante nosotros, en medio de todas las formas de opinión sobre el plebiscito, echo en falta un decálogo que esboce, desde la puridad y desde un punto de vista técnico, los pros y contras, y en su caso la imposibilidad e inviabilidad de un estado catalán en el seno de Europa. Así, los que estamos preocupados por la actualidad pero no tenemos tiempos para farragosas lecturas tendríamos elementos de juicio. Y esto, como toda forma de conocimiento, revertiría en la vitalidad de nuestra mermada opinión pública. Es el hombre quien debe apropiarse de las ideas para su beneficio desde el punto de vista de la justicia, no las ideas apropiarse de los hombres en beneficio de unos pocos, desde el punto de vista de la agitación. Lo de siempre: “España sí, pero ¿qué España?”.
Posdata: “Nefasto” en cuanto veo la mirada de los hombres en juventud. Imperdonable.