A pesar de los recortes, que no ignoro y que son responsabilidad de una administración política merecedora de nuestra mayor desaprobación, existe la deontología profesional, es decir, una serie de normas codificadas que se congracian con la ética profesional y la moral. A esa deontología profesional deben remitirse los profesionales que atienden a los enfermos y usuarios en general de la sanidad pública, independientemente del grado de insatisfacción con las medidas tomadas, como por ejemplo recorte de sueldos, eliminación de sustituciones, indebida asignación de recursos, jornadas demoledoras, etc. por parte de la Administración política en congruencia con las medidas generales del Gobierno.
Al margen de dicha deontología, una pizca de empatía, léase ‘humanidad’, en el trato con los enfermos y familiares no vendría mal. Soy consciente de que el orden actual de las cosas abrasa a muchos profesionales de la sanidad, pero sus frustraciones no deben convertirse en dentadura para la carne de los ingresados, pues bastante tienen con estar enfermos y, además, fuera de sus casas. Los cuerpos de auxiliares y enfermeros han estado inmersos en una organización jerarquizada, que una nueva visión de la atención sanitaria ya ni aprueba ni sostiene como antaño. Actualmente, la atención sanitaria dispensada por estos cuerpos ha cambiado técnica y éticamente, pasando al paradigma de la responsabilidad personal, desde la obediencia a reglas y ritos fuertemente institucionalizados. Sin embargo, el profesional sanitario debe estar abierto a la corrección y aceptar las orientaciones que se le ofrecen, sin que por ello tenga que despojarse de su propia responsabilidad, al tiempo que debe considerar al enfermo/usuario como persona/ciudadano, característica dual que comporta la consideración del mismo como un sujeto rico en características y no como un objeto susceptible de cosificación en la que se aliena. Hay que tener en cuenta que estos valores no son transmitidos por el aire o por herencia genética, sino por un deliberado mantenimiento, elaboración y desarrollo de los mismos en el ámbito profesional, aunando la formación científica y profesional con los valores humanísticos, que están en la base de la dedicación y atesorados en el concepto ‘cuidar’. Distinta especie de lo que digo es el escaso o nulo respeto demostrado por algunos usuarios hacia el personal de hospitales, centros de salud, etc. pero para responder a ello está la educada reprensión y si no surtiese efecto se encuentra el personal de seguridad, debiéndose recurrir en última instancia a la policía, con las consecuencias a las que haya lugar.
Todo esto lo digo porque somos seres humanos, unos y otros, ciudadanos por añadidura y la inmensa mayoría cotizantes a la Seguridad Social. Si no se explican determinados tratos a los pacientes por las razones expuestas y tampoco satisface la explicación por la segunda de las características del usuario, al menos, respétense a los ‘clientes’, que muchos de ellos llevan pagando toda una vida. No obstante, todo buen profesional sabe que la motivación principal de su actividad no está en esta última razón sino por la convicción de que el cuidado de los enfermos es pilar firme de una concepción más holística de la salud.