Preocupación. Miedo. Pistolas. Vidas que no se valoran. Hasta un sheriff autoproclamado. Incertidumbre. En resumen, inseguridad.
La cuestión no es lo que nos digan, es lo que vemos y percibimos. Hacía muchos años que la población de nuestra ciudad no tenía tal sensación de inseguridad como la que vivimos durante este año. No damos crédito a la facilidad con la que parecen moverse las armas en Ceuta de manera clandestina. Como en el Oeste. O en territorio comanche, en la ciudad sin ley que es como coloquialmente hablan muchas personas de algunas zonas de la ciudad precisamente por cómo se consagra la impunidad en la comisión de delitos. Nadie ve ni oye nada. La mayoría de las veces por temor a represalias.
Estamos viviendo una época de progresiva pérdida de valores que se les presuponen a los seres humanos y con los cuales nos diferenciamos de los animales. Y sabemos que no es una situación que haya ocurrido de un día a otro. Es más bien la consecuencia de un proceso destructivo que nos afecta a todos. Una destrucción progresiva que se ha ido construyendo a lo largo de los años y ante la pasiva mirada de quienes deben y pueden hacer, por una sencilla cuestión de responsabilidad, que imperen el orden y la seguridad. Ya da igual el día, la hora o el lugar. La cuestión es que esa sensación de preocupación y de miedo está a flor de piel. Entre tod@s. Sé que especialmente entre madres de adolescentes que no respiran aliviadas hasta que sus hij@s entran por la puerta, sobre todo en el extrarradio.
Cada vez que matan a alguien en nuestras calles, muere un poco de nuestra apuesta por una sociedad mejor.
De nuestros valores.
De nuestros principios.
No hay sociedad que pueda progresar si no es junta y a la vez.
Cualquier avance que no sea en condiciones de igualdad para todos los componentes de la sociedad, no es más que un espejismo de lo que debería ser. Y es lo que ocurre también en materia de seguridad. No se puede decir que cada vez que sucede un tiroteo se trata de un hecho aislado mientras que tod@s tenemos la sensación de que en poco tiempo, podemos estar viviendo otro. (Se supone que) no vivimos en la jungla y por ello, no puede, o no debe, imperar la ley del más fuerte.
Es posible que las directrices del máximo responsable en cuestiones de seguridad en nuestra ciudad, el delegado del Gobierno, no estén siendo acertadas. Y es posible que olvide que forma parte de sus responsabilidades que no tengamos esta sensación de miedo que lejos de disminuir, aumenta cada cierto tiempo.