Cuáles son los problemas que más nos preocupan a los ciudadanos? Que tengamos nuestro barrio limpio, que dispongamos de infraestructuras adecuadas, que gocemos de una mínima seguridad... Cuando esos detalles se pasan por alto es cuando el vecino y la vecina protestan y se olvidan de si su ciudad está plagada de estatuas, de flores de todos los colores o sirve de acogida a eventos gastronómicos por todo lo alto. Nada importa porque su calle está sucia, porque las aceras llevan tiempo rotas y nadie las arregla o porque se producen más robos de lo normal.
Los gobernantes acostumbran a medir los detalles cuando llega el periodo electoral. Los votos valen lo suyo y si hace falta repintar el acerado una y mil veces se hace, todo sea por conseguir el bienestar de esos números que son los que quitan y ponen alcaldes.
Resulta triste comprobar cómo el juego político deja a un lado los asuntos domésticos, despreciándolos incluso, provocando que con esa dejación permitida por un equipo de asesores poco espabilados se produzcan críticas que no debieran tener cabida en una Ceuta en la que se regalaban hasta los premios en forma de ‘escoba’ porque decían que éramos de las más limpias del país. Ahora, don Juan, la gente se queja porque su calle no se baldea, porque se acumulan basuras o porque las barandillas que se cayeron hace meses ni se han repuesto a pesar de que haya políticos de su equipo que las ven todos los días en su peregrinar al trabajo.
Cuando uno se permite el lujo de tener desatendidos los pequeños detalles solo puede significar que basa su gestión en un ‘regálame los oídos que no quiero escuchar las verdades’. Quizá al alcalde alguien le haya dicho que mejor es eso, regalarle los oídos, tapando esa necesidad de medir detalles, de atender las quejas, de ponerle las pilas a la empresa de limpieza por mucho que nos guste esa nueva diplomacia impuesta. Los detalles, don Juan.