Que 600 firmas rechazaran de plano el proyecto de trasladar la Escuela Oficial de Idiomas al Morro, al edificio que dejará libre la UNED según informaba recientemente nuestro diario, no es cuestión baladí. Menos aún cuando quienes las suscribieron rechazaban, incluso, cualquier otro tipo de ubicación que quedara fuera del centro de la ciudad.
Para cualquier observador, desconocedor de la realidad ceutí, tal manifiesto difícilmente le cuadraría. Máxime en una ciudad de tan reducidas dimensiones como la nuestra en la que se puede decir que no hay distancias y dotada, además, de una buena red de líneas de autobuses para facilitar cualquier desplazamiento.
En esta Ceuta de nuestros amores que, en determinadas facetas, parece caminar hacia atrás como los cangrejos, el fenómeno del repliegue hacia la vieja urbe parece evidente. Mientras que en tantísimas localidades los sucesivos ensanches han ido dando paso a nuevos y codiciados centros urbanos, aquí tendemos hacia el refugio de intramuros o sus entornos más próximos, como buscando una identidad perdida o en avanzado proceso de extinción, cuando no de seguridad.
Se pensó en ubicar la Jefatura Superior de Policía en el Príncipe y el proyecto cayó pronto por su propia base. Que la Guardia Civil no haya dejado ya sus instalaciones de Hadú para ubicarse en su futuro nuevo acuartelamiento de Las Heras es porque, con la crisis, no ha habido dinero para levantarlo. La misma Policía Nacional abandonó hace muchos años su tan necesaria vieja comisaría del Príncipe, al igual que la Guardia Civil, posteriormente, terminó haciendo lo propio con su cuartelillo en dicha barriada.
Por pura causalidad o sin ella, lo cierto es que otras instituciones van dejando el otrora llamado Campo Exterior para ubicarse en el centro urbano. Lo estamos viviendo ahora con el traslado de la Facultad del Morro al remozado e histórico acuartelamiento del ‘Teniente Ruiz’, dependencias a las que se va también la UNED, abandonando su elegante y funcional edificio de esta zona.
Pero donde resulta más llamativo el éxodo hacia el centro de la ciudad es en el caso de las familias. Mientras que en otras ciudades se tiende a alejarse de dicho núcleo buscando modernas áreas de expansión, aquí, salvo raras excepciones, que las hay, la ilusión de muchos ceutíes pasa por abandonar determinadas zonas o barrios periféricos para buscar refugio en el seno originario de la urbe, y así lo hacen aquellos a los que su economía se lo permite.
Las barriadas en las que el cambio poblacional ha sido brutal son fieles exponentes de ello. El caso más preocupante es el del Príncipe Alfonso, acrecentado desde que la inseguridad se fue apoderando del entorno. Viejos y queridos antiguos alumnos del lugar me cuentan como han ido buscando su vivienda en otros puntos, cada uno donde ha podido, a la hora de constituir sus respectivas familias. No es precisamente el caso de quienes impunemente levantaron sus casas cómo y donde les vino en gana en terrenos de titularidad pública, convirtiendo algunas de ellas en señoriales mansiones en su interior.
Significativo también lo que sucedió en Príncipe Felipe. Conocidas familias de la ciudad poblaron la nueva barriada junto a otras varias llegadas desde distintos puntos de Ceuta en el arranque del último cuarto de siglo de la pasada centuria. Pasados los años terminaron por ir marchándose del lugar dejando las viviendas que ellos habían estrenado a otras personas completamente desconocidas y con costumbres tan diferentes.
El propio Hadú es otro ejemplo de cuanto decimos, convertido cada vez más en un barrio extraño, triste y totalmente desnaturalizado en su esencia respecto a aquel otro extrovertido, alegre y acogedor que fue, desde que la ciudad comenzó a expandirse a extramuros. La vieja fotografía nos lo recuerda. La falta de espacio me impide profundizar hoy sobre esa barriada.
En este éxodo localista, el brusco cambio poblacional parece haber jugado un papel determinante. No es el caso de zonas en las que el mismo se ha producido en la mínima medida o de una forma más moderada y gradual con la consiguiente estabilidad vecinal.
Suscribía León Dumoncel en su obra El Jefe, la Decisión y la Maniobra que era preciso transformar el repliegue en retirada y ésta en derrota. Quién sabe si el viejo abandonismo de los poderes centrales y la indiferencia de tantos políticos locales pueda algún día arrastrarnos a lo que por tal derrota cabe entender nuestro futuro como ciudad tras seis siglos de pura esencia occidental y española.