Un juez militar ordenó ayer la puesta en libertad del agente de la Guardia Civil Juan Carlos Alonso, condenado a tres meses y un día de prisión por contestar a un superior. Tras varias jornadas de protestas realizadas por distintos cauces, con una AUGC en pie de guerra por lo que era una auténtica injusticia, se ha optado por la puesta en libertad del agente hasta que se aclare la petición de indulto solicitada por la propia asociación.
Cuesta creer que a esta altura de la película se sigan produciendo situaciones de este tipo que hacen confundir al guardia con un matón de discoteca, a diferencia de que el primero siempre tiene las de perder porque da con sus huesos en la cárcel en base a un código de conductas que funciona para lo que se quiere. Y es que en la Guardia Civil se sigue funcionando de esta manera. Una institución que tan pronto mira hacia otro lado cuando un protegido borracho hace alguna tropelía más allá del charco, mientras que en cambio es capaz de pensarse una sanción para una guardia que no se aprieta bien el moño. No sé en qué punto estará el nivel de lo permitido y lo que no. Desde luego que con el agente Alonso no han sabido posicionar bien esa balanza. Si no, cualquier ciudadano de a pie es imposible que razone adecuadamente como un hombre que supuestamente ha faltado el respeto a un superior lo encarcelen y condenen a más de tres meses de cárcel y otro que roba al pobre salga airoso con el abono de una multa por un delito sui generis porque hasta el apuntador había hecho mal su trabajo.
Eso pasa en la Guardia Civil. Todavía. La clave de esta historia es que siempre se ha dado por válida la versión del ofendido, sin que tan siquiera se haya atendido la purita realidad que hay detrás de todo esto. El agente condenado se encontraba por orden de su capitán en un dispositivo de seguridad para evitar el asalto al cuartel en el que estaba destinado. El superior con el que tuvo el conflicto, un cabo que no participaba en el operativo, se dirigió al guardia y este le dijo “échate para allá, déjame trabajar, cumplo órdenes del capitán”. Esto ha sido penado y esto es lo que ha llevado a AUGC a movilizar a todos sus delegados para protestar, con el apoyo de algunos sindicatos, por tal injusticia.
Ayer, algunos viejos de la asociación se emocionaban al conocer la noticia de la libertad de Alonso. Yo como ni todavía soy vieja ni de la AUGC no me emociono, más bien veo pasar el tren porque sé que quedan muchas estaciones en las que detenerse para, de nuevo, sacar las pancartas y protestar. La Guardia Civil no cambiará, ni por muchas promesas o aprobaciones de los falsos progresistas ni muchos anuncios de cambios de los que no ocultan su vena derechona. En la intimidad más de uno debería preguntarse, por simple ejercicio de pureza, por qué no se sigue el mismo patrón para todos.