Me encuentro temporalmente en Extremadura, donde por estas fechas suelo disfrutar todos los años de la Semana Santa. Y, en estas fechas, mi tierra extremeña estalla de luz y de colores, en plena eclosión primaveral, donde se tiene un encuentro pleno con la naturaleza, en medio de sus campos verdes y de las sementeras en flor, con un ambiente puro y limpio y una tranquilidad absoluta que relaja los cinco sentidos, sin ruidos, sin el bullicio de las gentes en sus grandes aglomeraciones de las ciudades y sin la polución atmosférica. Es una gran delicia. Pero, eso sí, empañada este año, de una parte, por la pertinaz lluvia, que apenas cesa; y, de otro lado, por la noticia que a través de El Faro de Ceuta me llega del triste fallecimiento del que fuera, primero, Procurador en Cortes de la España política de Franco y, después, Diputado y Senador en los albores, y hasta bien entrada, de la democracia que ahora disfrutamos, que tanto ilusionó al malogrado Serafín, pero que luego, poco a poco, a muchos se nos ha ido esfumando y frustrando, a base de los continuos escándalos sobre corrupción, de los cada vez más cientos de miles de españoles por debajo del umbral de la pobreza y obligados a acudir a los centros de Cáritas o de Manos Unidas para poder comer; también por la creciente delincuencia, desorden moral, y en medio de esta otra España - siempre de nuestros amores - cada vez más amenazada de que se nos quede rota en las propias manos.
Llegaba yo a Ceuta por segunda vez (de las tres que a ella fui voluntario), precisamente, en este mes de marzo del año 1967. Y había irrumpido en aquel viejo escenario político el “ciclón” que a la política trajo D. Serafín Becerra Lagos. Y vaya por delante, que ni entonces me unía, ni nunca me ha unido, ningún vínculo ni personal, ni profesional, ni de ninguna clase, con a aquel antiguo Procurador ni con su familia. Es más, nunca tuve contacto personal con él ni ninguna clase de relación, y ni siquiera él me conocía, hasta en mi tercera venida a Ceuta, un día me lo encontré por la Plaza de los Reyes y, hacía tanto tiempo que no lo había vuelto a ver, que espontáneamente sentí el impulso de ir a saludarlo, sólo por el grato recuerdo que siempre nos dejó a cuantos por aquellas fechas de 1967 y después lo vimos de hacer política valiente y constructiva. Le recordé cómo lo había visto casi siempre por Ceuta con su cartera en la mano, saludando a toda la gente del pueblo llano, hablando de forma cordial y campechana con quienes lo paraban en la calle, a los que siempre pedía que lo tutearan y les escuchaba sus problemas. Él me dijo que no se acordaba de mí, porque no podía acordarse, toda vez que ni siquiera nos conocíamos. Le hablé del grato recuerdo que guardaba de la nueva forma que entonces trajo de hacer política y de que sabía lo mucho que había batallado por Ceuta. El hombre, se mostró muy agradecido y lo vi casi emocionado. Después, volví a verlo varias veces por la calle, pero ya no iba solo y ni él se daría cuenta, ni yo quise importunarle. Una vez, casualmente, me presentaron a unos de sus hijos y, en cuanto me dijo quién era su padre, le hablé de la buena impresión que tenía sobre él y de la gran obra que por Ceuta había hecho, pero de forma muy breve, durante el tiempo que duró tomarnos un café con los que con él estaban. En todo caso, en estos momentos difíciles para la familia de Serafín, como si fuera un ceutí más, me permito unirme al gran movimiento de cariño y de solidaridad que veo que, por él, está recibiendo su familia, en estos momentos difíciles y de dolor por tan sensible pérdida, haciéndoles llegar por este medio (por encontrarme ausente de Ceuta) mis sentidas condolencias.
Y es que Serafín, aportó a Ceuta una nueva manera de hacer política; aquello era algo nuevo y nunca conocido, máxime en las formas rígidas y autoritarias que entonces se exigía a los políticos; sin que apenas pudieran disentir de la línea marcada por régimen en su estructura piramidal, de sus principios y de las formas de actuación que se les marcaba. Y, en medio de aquel “ordeno y mando”, llegó Serafín, con su aspecto bonachón, con su talante abierto, con su trato cordial y con aquel trato de “tú a tú” con sus representados, escuchándoles de verdad, dejándoles exponerles sus problemas y yendo luego a aquellas Cortes a defenderlos, si hacía falta, como un león y aunque tuviera que oponerse y enfrentarse al mismísimo régimen y a su propio grupo político (después, la UCD). Era, en fin, un tenaz defensor de las causas justas de los necesitados de defensa; valiente en las Cortes como él solo, que, en defensa de Ceuta y de los ceutíes que representaba, lo mismo se iba a ver a Franco, que al Presidente de aquellas Cortes, que a los Ministros, que a quien hiciera falta, llamando a las cosas por su nombre, sin tener “don de gentes”, como él decía, pero diciendo verdades como catedrales. Ante el exiguo espacio que deja un artículo, me limitaré a exponer tres casos.
Defensa a ultranza de Ceuta para que tuviera cabida en la Constitución de 1978.- Fue su promotor principal y, prácticamente, quien lo consiguió. Cito el diario ABC de 12-05-1978, página 4: “Serafín Becerra Lagos es un parlamentario de UCD que no entra en los Plenos del Senado. Adopta esta postura desde hace algunas semanas. Es un hombre peleón, de lucha, cuya actitud no gusta a sus jefes de filas. El otro día le vi reunirse – en unión de otros parlamentarios de Ceuta y Melilla – con el Ministro de Justicia, en uno de los despachos del edificio de la Marina Española. Tras este contacto informal con Landelino Lavilla, encontré a Becerra Lagos descorazonado, roto, partido en dos. Su desazón se basa en que en el Proyecto constitucional no se hace referencia alguna a los territorios de Ceuta y Melilla. Y de ahí parte su inquietud; porque él es Senador por Ceuta, ´y entré en UCD - dice - porque sabía que defendía la españolidad de nuestro territorio´. El tema – que pasa en tinieblas por los pasillos del Senado – es un extremo delicado. Pero está ahí – sin protagonismo – en el pellejo de este parlamentario que se siente responsable de los votos que le llevaron a la Cámara Alta. El tema – que proseguirá a nivel de reuniones informales con el Ministerio de Justicia – no puede quedar, sin embargo, silenciado. En tan delicada cuestión, en la que al parecer tampoco se pronuncian los demás partidos como quisiera Becerra Lagos (dan la callada por respuesta) entran en juego problemas de fondo. La política internacional. Y ustedes creo que me entienden. Recuerden aquel escándalo que se organizó cuando Fraga habló sobre Ceuta y Melilla…Pues bien, ahí está el tema. Reposando en una sombra del Senado, en la que proyecta este parlamentario oscuro (“Yo no tengo buen don de gentes, pero no me debo callar…”).
Conocida es también su férrea defensa del problema de la vivienda en Ceuta. En el ABC del 22-02-1975, página 25, decía: “Entregué al Ministro de la Vivienda, entonces Sánchez Arjona, un álbum con fotografías de los barrios de las chabolas. Me recibió en audiencia; no creía que esto pudiera existir en el siglo XX. A raíz de aquello se empezaron a elaborar informes y aumentó la edificación. Yo demostré que hay 5.000 chabolas en Ceuta. Decir que esto es demagogia, aunque yo tenga poca facilidad de palabra, es pasarse de listo. Aquí soy popular entre la gente humilde, todos me tutean. Por eso me votaron, para representarles en las Cortes”. En una interpelación parlamentaria que, entre otras cosas, dijo: “Señores Procuradores, por decir algo parecido me procesaron y estuve diez meses procesado. Me han dicho que aquí puedo hablar, y que no me pueden procesar. A mí me gustaría que el Proyecto se devolviera al Gobierno, porque para mí no me va. No me va en ningún concepto y, por tanto, me voy a mi casa…”. Después, solicitó audiencia y se fue a ver al mismísimo Franco, al que entregó un dossier sobre el problema de la vivienda en Ceuta, el régimen económico fiscal y el Puerto. Franco lo puso en el paquete con los demás asuntos que tenía de otros lugares, y como Serafín intuyera que en aquel montón se perdería, puso tan mal gesto al Jefe del Estado, que éste lo captó y, entonces, lo separó poniéndolo más cerca de él. Al poco tiempo se construyeron 3.000 viviendas en la Barriada Zurrón.
Pero, además, a Serafín, aparte de los asuntos de Ceuta, le quedaba tiempo para ocuparse de otras cuestiones ajenas, pero que clamaban justicia. El 5-11-1968, aparecía en La Vanguardia una interpelación parlamentaria, presentada al Ministerio de Hacienda en la que le formulaba las siguientes preguntas, en aquel régimen autoritario que no permitía la disensión: 1ª. ¿Es cierto que en ese Ministerio de Hacienda un Inspector Técnico Fiscal percibe más de 800.000 pesetas anuales en concepto de incentivos?. 2ª. ¿Es igualmente cierto que en el mismo Ministerio existen funcionarios, tales como los Ordenanzas, cuyos ingresos por el expresado concepto alcanza sólo a las 10.000 pesetas anuales?. 3ª. Si ello es cierto, ¿cómo puede haber una diferencia tan exageradamente enorme, cuando el abanico de coeficientes, fijado con un criterio de justicia, va desde el uno al cinco y medio, y en estos incentivos va del uno a más del ochenta?. 4ª. Si las remuneraciones de los funcionarios están condicionadas al rendimiento de la totalidad de los mismos, ¿no es justicia que estas diferencias de incentivos deban quedar sensiblemente reducidas?.
Y, modestamente, creo que a este hombre, que con tantas garras y ardor defendió a Ceuta y a los ceutíes, no se le ha hecho la debida justicia, pese a ser Ceuta y sus gentes agradecidas. Pues si bien la Ciudad le concedió una de sus Medallas, una persona que tanto peleó por ella en las Cortes, en los Ministerios y ante el mismo Franco, exponiéndose al riesgo de ser borrado de aquel mapa político, pese los riesgos que ello hubiera podido depararle en perjuicio de la familia numerosa que tenía, entiendo que, en justicia, debe serle reconocido ahora, ya que en vida no se le hizo.
Y como en este país, parece que hay que morirse para que se empiecen a reconocer los servicios prestados a su tierra por algunos de sus buenos hijos o que, sin serlo, como en el caso de Serafín, la han defendido con uñas y dientes, pues qué menos que dedicarle una calle que sea digna de la memoria de la persona que con tanto valor y ahínco luchó por Ceuta y por los ceutíes. Si es verdad que hay un más allá, para que él pueda verlo desde el cielo, donde es seguro que Dios le habrá reservado el lugar privilegiado que un hombre bueno como Serafín se merece.