Así que la Guardia Civil nos ha sorprendido con una nueva fase de la ‘Catedrático’. Más allá de lo relevante de la operación y de lo buena que ha sido la investigación desarrollada por los de verde, aquí cabría tenerse en cuenta el aspecto moral de toda esta historia. Estamos hablando de falsificación de títulos para que, quienes no los habían conseguido con su esfuerzo, pudieran avalar, aunque fraudulentamente, que habían alcanzado el conocimiento exigido. La historia supera el ámbito castrense, ya que entre los arrestos que se han conocido en las últimas horas figuran también civiles, personas de profesiones variadas que habrían abonado un dinero por hacerse con un documento falso. Ahora empiecen ustedes a preguntarse: ¿con qué motivación? Y con las respuestas que se les ocurran ya pueden escribir hasta un libro: desde el que quiere optar a unas oposiciones y avala el disponer de una preparación de la que carece, hasta el que sencillamente tiene en su casa esa falsedad documental por si, en alguna ocasión, tiene que echar mano de ella. Ya saben, fraude en potencia.
¿Hasta dónde ha llegado la investigación de la Comandancia de Ceuta, en dónde puede terminar todo esto si se permite que se siga tirando del hilo y no se ordena parón alguno? (Ya saben, hay quienes piensan que mejor abortar operaciones que dejar que aflore demasiada mierdecilla). Nos podríamos topar con sorpresas, vaya usted a saber, o con todo un sistema basado en corruptelas, porque corrupción también es distribuir titulaciones falsas para, con éstas en su poder, lograr la obtención de ascensos o trabajos que de otra manera nunca alcanzaríamos.
La Guardia Civil está para investigar y llevar a buen puerto operaciones como la que le contamos hoy. A sus agentes no se les puede pedir que se metan a buenos samaritanos y empiecen a dar clases de moralidad como bono de regalo tras destapar todo este sistema de compra-venta, engaños y demás. Pero sí hay otras instituciones a las que, ahora, les toca desempeñar la otra parte de la historia, la que les afecta a ellos, a su integridad, a su imagen, a la simbología que pretenden representar. Esa es, cuando menos, su responsabilidad.
Con historias de este tipo hay que llegar hasta el final, consiguiendo que sea solo el esfuerzo lo único que debe servir para lograr una titulación, auténtica, por supuesto.