Somos muchas las personas, en España y en el mundo, que por nuestra elevada edad no tomamos parte activa en la vida de nuestros países pero que, sin embargo, estamos interesados en la vida de relación en cada país concreto y también en la situación de otros así como, en general, en las relaciones internacionales. La edad obliga a aceptar unas determinadas limitaciones físicas, pero no a la renuncia de que se logren las mejores condiciones de vida - material y moral - en cada lugar y en las relaciones entre unos y otros, a veces motivadas por razones familiares. El tiempo en que una persona no salía de su pueblo ya forma parte de la Historia antigua y cada vez son más los casos en los que las familias se van extendiendo por diversos países. Aunque sólo sea por esa razón, el ser humano se va haciendo más universal.
Y si bien es cierto que los medios de comunicación tienen medios más que suficientes para hacer llegar noticias, comentarios, análisis de la situación y opiniones a cualquier parte del mundo y, además, en tiempos brevísimos, no parece que se alcance la claridad necesaria para entender lo que ocurre en cualquier parte del mundo: entre las que se encuentra, naturalmente. lo que pasa en nuestro país y hasta se puede descender hasta el nivel de la región en la que se vive. Hay cierta confusión en nuestro ambiente; hay demasiadas opiniones, contradictorias totalmente en no pocas ocasiones, que nos llenan de confusión y el ánimo se nos viene abajo con gran rapidez. Hay alguna emisora de TV que abre su espacio informativo contando penas y mostrando manifestaciones de grupos diversos y así hasta que pasa la hora de informativos.
No parece que lo mejor que nos pueda ocurrir es vivir en la confusión pues ello nos predispone a unos contra otros y, además, sin tener conciencia exacta de lo que pueda estar ocurriendo. La vida para personas de edad debe ser como una visita a cualquiera de los mejores museos de pintura existentes y sin tener que mirar al reloj constantemente porque se pasa el tiempo que nos han concedido para ello. No se me olvida la satisfacción que me causa cada vez que contemplo, en el Museo del Prado, el cuadro de Las Hilanderas. Me causó una gran impresión la primera vez que lo contemplé - hace ya muchos años - y siempre que puedo vuelvo a verlo. Nada ha cambiado en él; sigue mostrando la misma paz y serenidad de siempre mientras trabajan. No cabe confusión alguna y el espíritu se serena suavemente.
No es esa pintura, exclusivamente, la que admiro, de los museos que he tenido ocasión de visitar en nuestro país y en otros más o menos lejanos pero lo que siempre me ha causado cansancio y confusión es la visita galopante, pues llega un momento en el que la atención se relaja por cansancio y ya se confunde tanto a los autores de las pinturas como los detalles de cada una de ellas: En esos casos se produce algo así como una huída hacia la serenidad, hacia otro ambiente que nos pueda procurar tranquilidad para admirar como un gorrión va picoteando el suelo para lograr algo del alimento que necesita; eso es una verdadera maravilla porque es una muestra de paciencia y de perseverancia en la labor que debe hacer. A nosotros hoy día no se nos ofrece la posibilidad de disfrutar de esa paz del gorrión.
La serenidad en la vida es fundamental para poder llegar al fondo de las cuestiones, que las hay muy difíciles y complejas; pero no nos lleven por el camino de la confusión pues confundiremos lo verdaderamente importante con lo que sólo es palabrería insustancial. Un poco más de paciencia en unos y otros, así como amor a la verdad plena, nos vendrá muy bien a todos.