Las persona de cierta edad - crecida, por supuesto - no llevamos esa vida intensa y ajetreada en la que cada día tiene su reglamentación, aunque es evidente que tienen sus sorpresas, bien en el seno del propio trabajo o surgidas en cualquier otro momento y ocasión. Sin embargo hay excepciones tanto para unos como para los otros. La diferencia está, a mi juicio, en que para los mayores tiene carácter casi de solemnidad mientras que para los otros son meros accidentes en el trajinar del día. Esta mañana tenía cita con el médico de los oídos ( emplear la palabra otorrinolaringólogo no me gusta nada; no es bonita y suena casi a insulto) a una hora bastante temprana de la mañana y ello me permitió disfrutar de las calles de la ciudad sin aglomeraciones y muy limpias; cosa que no ocurre a horas más tardías.
Además era lunes y parecía cómo si a la Ciudad le costara coger su ritmo normal. Las despedidas de los domingos siempre suelen ser largas, prolongadas en los adioses y con bastante temor a que durante el fin de semana hayan podido ocurrir hechos imprevistos y nada agradables. Hay miedo a empezar la semana y se notaba en la falta de dinamismo en las calles. La gente que había en ellas estaba desayunando en las terrazas de las cafeterías y hasta daban ganas de sentarse a su mesa para tomar parte en lo que charlaban y recibir de esas personas la paz de la que, a simple vista, disfrutaban. Era una sorpresa agradable, bien distinta a la que se recibe por otros medios.
Pero, en fin, continué mi camino hacia el Centro médico y me llevé una gran sorpresa al llegar, pues no había la aglomeración de personas que conocía de bastantes visitas anteriores y tampoco masas de gentes protestando al tiempo que ondean banderas de muy distinto tipo y carteles en los señalan sus puntos de vista. La misma quietud que había observado y disfrutado hasta entonces, por el recorrido de otras calles de la Ciudad, se mantenía en las inmediaciones del Centro médico y hospitalario y hasta fue posible tomar un ascensor al primer intento, cosa que no era conocida por mí en muchas otras visitas anteriores. Y la sorpresa continuó al observar que había muy poca gente esperando para ser llamadas a cada uno de los consultorios. Fui atendido enseguida, y esta fue otra agradable sorpresa.
Tanta fue la rapidez con que tuvo lugar mi visita médica que decidí regresar caminando hasta la parada principal de mi autobús, con la esperanza de encontrarme con dos personas a las que tenía interés en saludar y hasta cambiar impresiones con ellas. A la primera de ellas no la encontré en mi recorrido por el Centro de la Ciudad y a la otra sí que la pude ver en la puerta de su Despacho aunque fue en el momento que él salía con un clienta; al menos pude quedar, con esta segunda persona, para vernos a una hora concreta y, entre otras cosas, tomarnos el café que hoy no hemos podido disfrutar. Ha sido la mañana de un día con sorpresas; un día distinto en el que se rompía la monotonía de muchos otros en el que se van haciendo cosas, pero sin sorpresas. La gente de mi edad apreciamos mucho las sorpresas agradables
Cuando salí de casa esta mañana pensé que volvería tarde. lo que era normal en otras ocasiones similares, pero he tenido esas sorpresas que he relatado y sobre todo ha sido un día distinto a muchos otros culminado con la muy agradable sorpresa de estar aquí, a la hora de siempre. dándoles cuenta de esas pequeñas vicisitudes que me han hecho andar de un lado a otro con la ilusión de hacer algo útil, aunque sea llevarme alguna que otra sorpresa agradable.