No es posible ignorar la presencia física de otras personas - hasta en los desiertos aparece alguien más - y siempre se desea establecer relación con ellas, aunque no siempre se pueda llegar a ello por muy variadas razones. Son muchas las veces que, después de haber estado reunidos en un mismo local, nos lamentamos de no haber podido entablar conversación con una determinada persona o, tal vez, más de una. Toda persona se siente atraída por otras, por muy diversas razones; tal vez porque es una persona famosa en cualquiera de las muy numerosas actividades humanas o, simplemente, porque nos atrae su soledad, su despiste en el mundo que frecuentamos o porque alguien nos ha hablado de ella en alguna ocasión. Sí; el ser humano necesita la asistencia de otros y hay que esforzarse en lograr que nadie se sienta solo.
Es cierto, de otra parte, que son necesarios los ratos de soledad; esos en los que uno trata de encontrarse con la realidad propia, la personal, la que siempre nos produce alguna que otra sorpresa porque no siempre obramos con plena conciencia de lo que hacemos o decimos y también de lo que pensamos. No siempre tenemos bien sujetas las riendas de nuestro ser - tan amplio y abierto a las novedades que a veces llega a desbocarse - y esos ratos de soledad nos servirán, si sabemos aprovecharlos, para rectificar muchas cosas que hemos podido hacer mal y también para volver al rumbo de la verdad, de lo justo, de la generosidad con los demás y de tantas otras cosas pequeñas que, sin embargo, hay que quitar del camino a transitar para que nuestra vida discurra sin tropiezos y haciendo siempre el bien.
Esos ratos de soledad personal, se transforman en deseos de acercarse a los demás para darles a conocer un estado de ánimo reforzado y limpio de cualquier doblez. Es la hora, el momento o la ocasión en la que se desearía poder encontrarse con quien se estima que está en condiciones de escuchar eso que llevas en el alma y que deseas que otras muchas personas te puedan acompañar en esa íntima satisfacción, en esa especial disposición de dar a los demás lo que a ti te hace feliz. Esa es la compañía que toda persona necesita recibir de quienes saben que en el mundo que habitamos tenemos mucha necesidad de la unión, del acercamiento, del disfrute en común de lo que es limpio, de lo que no tiene adherencias que manchan cualquier palabra, para que la vida de todos sea generosa y limpia en el trato con los demás.
Hemos pasado, en éstos últimos días, por unas manifestaciones de cierta inseguridad. Nuestro país y, por tanto, sus gentes han sufrido incomodidades y un ambiente que no resultaba grato, tanto porque afectaba a la seguridad como porque ponía de manifiesto, de forma muy viva, las estrecheces y carencias económicas de mucha gente. ¿Cómo ser insensible a la realidad de ese estado de cosas? Nadie puede ser insensible con cuanto ocurre en su entorno y se debe estudiar cada caso con el debido interés para encontrar soluciones dignas y posibles. Eso es un problema de los muchos que existen, pero a pesar de su importancia no deben hacer perder ese tiempo de soledad que toda persona necesita para encontrar la paz que, después, debe hacer llegar a toda otra persona con la que hable. Es un deber de convivencia sana.