La empresa de autobuses ha decidido cortar el servicio hacia la barriada de Benzú a las seis de la tarde. Lo hace después de sufrir dos apedreamientos consecutivos y adopta la misma medida de presión que ya aplicara con los vecinos de Juan Carlos I. Así que tenemos a dos barriadas cuyos residentes se quedarán sin servicio de bus a partir de las seis de la tarde porque existe un problema de seguridad que, en el fondo, protagoniza un grupo de adolescentes (en algunos casos ni llegan a esa edad). ¿Es esto lógico?, ¿tienen los vecinos de bien que soportar esta situación sin que se articulen las medidas necesarias en materia de seguridad? Porque lo que tenemos es eso: un vacío absoluto que ha dado pie a una invasión gradual del espacio común de todos los ciudadanos. Lo que está ocurriendo no es más que el ejemplo de una clara intromisión en la libertad común del ciudadano que, a la vista está, no es respetada.
Puedo entender que la empresa de autobuses haya llegado a un límite y opte por la adopción de decisiones tajantes. Pero no puedo entender que llevemos años escribiendo de lo mismo sin que se hayan adoptado las decisiones que se debieran para evitar acciones de este tipo. ¿Qué hará un vecino de Benzú cuando, pasadas las seis de la tarde, el autobús le deje en Benítez?, ¿pueden las administraciones permitir que se estén produciendo estos aislamientos?, ¿a quién debe exigir responsabilidades el delegado del Gobierno?
Lo que está sucediendo es lo suficientemente grave como para que se adopten medidas por la vía de urgencia. Lo que pasa es que hemos llegado a un grado tal en que la sociedad parece que aguanta todo. Ya es Juan Carlos I, Príncipe, Benzú... y no veo que quienes tienen que preocuparse del tema lo hagan. No es justo lo que está sucediendo, ni debe permitirse que los ciudadanos y los responsables de esta empresa sean víctimas del sistema.