Mi muy querido amigo: Perdona que te escriba estas líneas y de manera tan pública, lo que no va ni con tu estilo, ni con el mío. Pero estás pasando unos malos momentos y me apetece expresar cuanto sigue.
Hemos pasado en la pista de tenis, unas cinco mil horas en más de veinticinco años lo que, sin duda, nos ha permitido conocernos, respetarnos y sobre todo, hacernos buenos amigos.
He aprendido de ti muchas y buenas cosas: disciplina, humildad, esfuerzo, espíritu de superación… además de mejorar un poco mi tenis. Pero sobre todo, me has enseñado a ser mejor persona.
Tiene muchísimo mérito que durante cincuenta años con una sola raqueta y muchas horas soportando las inclemencias del tiempo, hayas podido pagar la carrera de farmacia de tu hija mayor, la de fisioterapeuta de tu hijo y que la pequeña estudie en el Colegio El Pilar Español de Tetuàn.
Has sido jugador de élite, has jugado la Copa Davis, te has codeado con los mejores, tienes muchos diplomas y reconocimientos deportivos y, sin embargo, sigues siendo “Mustafa” o”Mustafita” para los amigos.
Hemos “filosofado” sobre casi todo, nunca utilizamos la palabra “xenofobia”, pero sí hemos coincidido una y mil veces, en que las personas son buenas por naturaleza con independencia de los credos, las fronteras, territorios o condiciones de vida.
Siempre te he considerado más “rico” que yo (aunque yo pagara las clases), porque tienes muchos màs amigos, porque nunca he oído hablar mal de ti, porque siempre te has sentido afortunado con lo que la vida te ha dado, porque…
Bueno, no quiero alargarme. A tu Dios y al Mío, que creo son el mismo, le pedimos todos tus amigos que te de las fuerzas, el tesón y las energías que has demostrado a lo largo de tu vida, para superar las graves circunstancias actuales.
Con todo mi respeto, admiración y cariño.