Ala derecha de mi artículo sobre Cataluña, mitad en serio mitad en broma, leo el suyo, por supuesto infinitamente mejor que el mío. ¡Cuánta razón tiene señora mía! En Ceuta vive tanta gente en la pobreza que ya no pueden presentar a la mesa un plato caliente a sus hijos ni comprarles ropa ni pagar libros ni los alquileres, y mucho menos, las hipotecas. Los bancos ya no dan crédito a nadie e incluso anticipos a nómina el que la tenga. Escribe usted una frase que me ha llegado al alma: “La pobreza empuja a la desesperación y la desesperación a veces empuja a la delincuencia”. Es cierto Fátima, lo sé por experiencia derivada de mi profesión.
Cuántas personas me comentan: “D. Manuel, cometí este fallo porque no encontraba trabajo, mis hijos tenían que comer, no tuve suerte y terminé en la cárcel”. Y así terminó un amigo mío, dos años en el extranjero, aunque luego fuera absuelto y libre de cargos por un error de la justicia. Pero esos dos años con una mujer embarazada, un niño de tres años, sin recursos de ninguna clase... ¿qué puede hacer una joven mujer?, perder hasta la ilusión de vivir.
Arruinada, destrozada moral y psíquicamente se levantó como las musulmanas valientes, fregando escaleras, cuidando niños y recogiendo desperdicios de los contenedores de los grandes almacenes. Pero ella siempre tuvo fe en Alah, el que nunca falla, el que siempre está al lado de ti, Todopoderoso y Misericordioso.
Y Dios la ayudó, tuvo una niña que es una bendición del cielo, ahora tiene dos años y su hijo cinco. Van al colegio, con libros y uniformes. Su padre salió como era de justicia en libertad y encontró trabajo, afortunadamente en la ciudad. Muchas veces vienen a mi casa a darme las gracias por mi comportamiento con ellos, yo me remito a lo que dice Fatima Hamed al final de su artículo: “Ceuta es afortunadamente una ciudad solidaria”.