Las movilizaciones del 25-S (que no han pasado de ser microrréplicas de un seísmo que aún no ha reventado) han sacudido, de manera contundente, todo el entramado del sistema político con consecuencias todavía por medir. Más allá de las descalificaciones que asemejaron a los que intentaban rodear el supuesto Foro de la Ciudadanía a golpistas, antisistemas y demás lindezas, se encuentra el miedo al rechazo de los ciudadanos a “la casta”, algo que por otra parte se ha traducido en cifras demoscópicas.
Ese día, algunas de Sus Señorías afirmaron incluso haber pasado miedo en el hemiciclo… pero al margen de imbecilidades demagógicas, tan falsas como interesadas, de quienes no saben -o no quieren saber- de estrecheces, lo que verdaderamente se estaba jugando tras las vallas en los alrededores de la Carrera de San Jerónimo era todo un modelo de sociedad, quizás de forma efímera, pero no por ello menos importante.
Pocos días después, el Centro de Investigaciones Sociológicas, nada sospechoso, por otra parte, de ser algo parecido a un organismo revolucionario, evidenciaba que el tercer problema de los españoles es la casta política. ¿Y ahora, qué?... o, mejor dicho, ¿por qué? ¿Qué está ocurriendo? ¿De pronto todos nos hemos vuelto manipulables para rechazar ESTE modelo de Democracia? ¿Por eso, de forma más o menos subliminal, se nos agita turbiamente la figura del sistema autoritario (o sea, más autoritario, es decir, dictadura, para entendernos) en contraposición a lo que estamos padeciendo? Burda maniobra para desviarnos del núcleo del problema con una suerte de “tras el orden establecido, el caos”, algo así como “sin esto de lo que tanto os quejáis, estaríamos ante el fin de los días y la Ley de la Selva”.
Interesante dicotomía la que se nos quiere imponer, porque frente a ese “blanconegrismo” basado en el miedo, muchos ciudadanos están empezando a pensar -peligrosa enfermedad vírica para el sistema, dicho sea de paso-.
Frente al orden que se nos propone, basado y fundamentado en brutales desigualdades, se está escogiendo un desorden- seguramente de forma intuitiva y para nada sustentado en ideario alguno- en el que todos tengamos, de verdad, voz para luego tener voto y no un sufragio cautivo, con listas cerradas incluidas en las que nada podemos decidir, por muy poco que sea.
Lo que se nos presenta a modo de orden es que:
Uno de cada cuatro españoles esté en riesgo de pobreza y exclusión social.
Las previsiones apunten a que el 31% de los habitantes de este país puedan estar en breve por debajo del umbral de la pobreza.
La inmensa mayoría de la humanidad se muera de no comer mientras amasan ingentes fortunas vendiendo armas en los territorios donde vive esa inmensa mayoría de la humanidad.
Se refloten los bancos y a los poderosos a costa nuestra a cambio de nada.
Se recorte en Educación, Sanidad, Seguridad o infraestructuras.
Se machaque y culpabilice cualquier atisbo de pensamiento contracorriente.
Se alabe a una mayoría silenciosa y corderil (más quisieran que así fuera) frente a los que se atreven a decir en voz alta que NO a tanto atropello como toda una declaración de intenciones.
Repartir comida a los pobres (y a la mierda los eufemismos) haya adquirido carácter de normalidad.
Rebuscar alimentos en los contenedores sólo sea noticia cuando lo saque en portada el New York Times.
Admitir sin rechistar que quienes mueven las finanzas, cual césares del siglo XXI, decidan sobre la supervivencia o el hundimiento de los pueblos con el beneplácito o el silencio cómplice de todos.
El futuro, para muchos de los que ya no tienen ni derecho a reventar trabajando, se dé por terminado (lo dicen las encuestas de Cruz Roja y de otras ONG).
Muy pocos lo tengan todo -al amparo de los sempiternos chicos de los recados- mientras la inmensa mayoría tiene muy poco, o nada.
Se vea llegar al galope la irracional guerra de religiones (por cierto ¿alguna guerra es racional?) y sólo se preocupen en alimentarla por espúreos intereses.
Por mucho que escuchemos a los padres de la Patria, nada o casi se saque en positivo si no es una endogámica actitud de perpetuarse en el poder sin hablar claro nunca, como si fuésemos incapaces compulsivos de entender nada de nada.
Y, por ponerle fin a esto (no habría espacio para todo), están siempre dispuestos a doblegarse a los intereses de quienes mandan de verdad.
Como se puede comprobar, se acumulan por toneladas las evidencias de que este sistema (que Churchill tildó de “menos malo” frente al régimen estalinista… cosa que no dejaba de ser cierta, claro está) tal y como está diseñado hace aguas por todos los flancos. Obviamente, que nadie se lleve a engaños o a fáciles manipulaciones; no se trata de caminar hacia atrás (para eso ya está el BCE o el FMI, entre otros) buscando en la figura del “salvador iluminado” -muy propicio a prodigarse en tiempos de crisis como estos- la resolución de unos problemas estructurales que van infinitamente más allá de los nombres.
Así, los atropellos con total impunidad ya son legión y frente a estas evidencias, no nos queda más remedio, Al Sur del Edén, que elegir nuestro desorden como forma de vida, un desorden en el que:
Se destierre la explotación del hombre por el hombre como sistema.
Se conceptúe la sanidad como un derecho natural y no como un negocio.
Se entienda que hay alimentos para todos los habitantes del planeta, independientemente del color de su piel, raza o creencia.
Se comprenda que cuanto más y mejores conocimientos tengan nuestros hijos, más libres serán.
Se sepa que el dinero es sólo una mentira que, por ahora, todos nos queremos creer y respetamos porque así nos lo han inculcado en un ejercicio de doma de muy largo alcance.
La producción no deba, ni pueda, basarse en el expolio, cuando no exterminio, de otras tierras. La Libertad sea la base, la Igualdad el medio y la Fraternidad el fin.
Mi mañica preferida, tajante donde las haya, es firme en su análisis: “No sé cómo sería exactamente la organización de un sistema diferente basado en la Libertad y en el apoyo mutuo, pero sé que con lo que tenemos ahora vamos directos a la hecatombe… bueno, los de siempre, claro”. Quizás, al final, sea cierto que la dicotomía no sea o esta Democracia o el caos, sino luchar por un modelo de sociedad u otro… Quizás todo esto sólo resida en atreverse a perder el miedo a ser libre de verdad.
¿Su orden o nuestro desorden? Usted sabrá lo que más le conviene porque de evidencias y raciocinio ya dispone de sobra, otra cosa será su opción. Por eso, como siempre, la decisión es cosa suya… y nuestra, claro.