En unos tiempos en que la Primavera Árabe se confunde diabólicamente con el Invierno de “Juego de Tronos”, y en los que el término 15-M parece ser ya poco más que un guarismo alfanumérico que recuerda a un sorteo importante de la Lotería Nacional, la atonía social ha ido adueñándose de todo y de todos, o casi. En este sutil e inteligente ejercicio de doma en el que hemos llegado a interiorizar que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, el simple espíritu crítico ha pasado a ser una actitud marginal o, lo que es peor, a transformarse en el germen de un sentimiento de culpa en quienes tenemos, todavía, el lujo de poder trabajar cobrando por ello.
Es Doctrina del Shock pura y dura, es miedo a raudales. Es, simple y llanamente, fascismo, un desmedido autoritarismo que nos empuja irremediablemente hacia un calculado punto de no retorno en lo que a libertades se refiere.
Nudo a nudo, el cerco de concertina se va cerrando utilizando como cortinas de humo la supresión de días de asuntos propios o pagas extraordinarias a funcionarios que apenas se atreven a protestar: ser estigmatizados como unos privilegiados es lo que tiene… claro que tampoco se queda corto el hecho de pintar con aguafuerte a los parados como unos vagos a los que hay recortar las prestaciones para incentivarles a buscar empleo, por ejemplo ¿en Laponia? (verbigracia, CEOE)... aunque eso tampoco podría ser, teniendo en cuenta las sanciones previstas para los que viajen al extranjero cobrando esos “jugosos” emolumentos de 426 euros. Se me agotan los adjetivos para poder definir tamaño insulto a la miseria, aunque dudo de que estos chicos de los recados, sentados en el banco azul, hayan terminado de asombrarme. Visto lo visto, me parece que aún nos quedan muchas brutalidades por escuchar y padecer.
Mientras, atenazados por los duros grilletes del miedo, apenas si logramos vislumbrar el alcance de tan sofisticada planificación, de tan inteligente tela de araña que tiene por objeto transformarnos en poco más que en máquinas con las que, con enviarles un simple estímulo, se logra una calculada, precisa y exacta respuesta.
Evidentemente, se han encargado de que nos olvidemos de los desmanes de los bancos y de las especulaciones salvajes para llevarnos, tiempo al tiempo, a una suerte de lucha cainita por los podridos despojos que quedarán en los cubos de la basura del Poder. Ahora, todo se centra en pagar la deuda, esa que se ha contraído porque entre unos y otros (desde luego, funcionarios y mileuristas, no) han decidido liquidar el sistema público como hasta ahora lo conocíamos.
A pesar de tan lamentable panorama, nadie osa cuestionar ya nada (o casi), ni siquiera el hecho de que a los que pagamos para dirigir el país nos mientan impunemente, nos oculten la verdad, tomen las riendas de la desinformación institucional, nos nieguen las explicaciones saliendo por las diferentes puertas de atrás o, tan simplemente, manden callar al vulgo con pulso firme… pero eso sí, siempre, absolutamente siempre, por nuestro bien.
Desgraciadamente, no todo se va a quedar en un brutal recorte económico y en un retroceso de 50 años en muchos aspectos. El filón encontrado para dar por buenas las elucubraciones orwelianas no puede quedarse en meras acciones testimoniales.
La pregunta es simple: ¿cuando ya se han cercenado los derechos y recortado los ingresos, qué queda aún para seguir amasando poder y dinero?
La respuesta, que quizás se antoje apocalíptica, podría ser la del enfrentamiento.
Concienzudamente larvada en lo más profundo de nuestro ser, la “doctrina de lo inexorable” nos está empujando, irremediablemente, a buscar un enemigo que expíe todos los males de la Humanidad.
Cierto es que, en pleno Siglo XXI, complicado resulta hacernos tragar con argumentos como que ese “enemigo” es el causante de la peste negra, de los eclipses, los cometas o las inundaciones; más vale orientarse hacia un valor seguro que nunca falla.
Así, y ya lo estamos viendo, la radicalización de los credos religiosos podría, perfectamente, ser el detonante de un nuevo día de Saint Barthelemy… y el pretexto será lo de menos, se lo aseguro. A fuerza de hacernos creer que somos diferentes hemos acabado interiorizando (de nuevo a base de un ejercicio de doma) que, efectivamente, somos de especies diferentes y que, tarde o temprano, tendremos que enfrentarnos por la posesión de un territorio que, colmo de los colmos, no pertenece a nadie.
A poco que sigamos dejándonos embaucar por tan burdos, facilones y populistas mensajes, la batalla estará servida y, una vez más, nos estaremos equivocando de enemigo a mayor gloria de quienes pretenden regir nuestros destinos.
La deriva que estamos tomando, desde todos los aspectos, tiene un rumbo dramáticamente equivocado y abarca mucho más que una simple crisis del sistema bancario.
Según Naomi Klein (autora de la “Doctrina del Shock”), Milton Friedman, gurú de la economía neoliberal a ultranza -más cerca de la ideología nazi-refinada, eso sí, que de cualquier otra cosa- y uno de los impulsores de la lamentablemente conocida Escuela de economía de Chicago, siempre tuvo las ideas claras al respecto. El economista afirmaba (creando adeptos, a la vista está) que cuando la economía estaba muy distorsionada, la única manera de alcanzar el estado previo era infringir deliberadamente dolorosos “shocks”, y ello porque sostenía que sólo una “medicina amarga” podía borrar estas distorsiones y pautas perjudiciales… Distorsiones provocadas por los poderosos y que, a los hechos me remito, pagamos con sangre, sudor, derechos y lágrimas los de siempre.
Así, no es de extrañar que nos vayan preparando para ir, poco a poco, desdibujando al enemigo perfecto causante de tanto mal.
¿Exageraciones? Desgraciadamente, hemos visto, en demasiadas ocasiones, erigirse hogueras Al Sur del Edén para no pensar que ya podrían estar amontonándose los haces de leña.
Mi mañica preferida, con esa lucidez que da la perspectiva, lo tiene claro: el Poder no entiende de creencias, sólo de Poder… y seguirá siendo Poder aunque para ello tenga que asentarse sobre millones de cadáveres. Tampoco sería la primera vez.
Ya lo ven, más allá del horizonte que bucólicamente solemos contemplar, la serpiente ya está rompiendo el huevo protector para iniciar nuestro retorno a los avernos y la irracional batalla parece más que servida entre quienes, aún sin conocernos, estaremos en breve dispuestos a despedazarnos en nombre de no se sabe muy bien qué. Es decir, lo de siempre.
Tal y como están las cosas, quizás mereciese la pena intentar mirar un pelín más lejos de lo que nos ofrecen en BOE y telediarios. ¿Se atreve a dar ese triple salto mortal que supone abrir los ojos y mirar la cruda realidad frente a frente para actuar en consecuencia? Como siempre, todo depende de usted…