Vivimos en una sociedad narcisista, encantada de conocerse a si misma y que cree que toda la historia de la humanidad, la misma que nos condujo hasta lo que somos ahora, fue un gran error lleno de ignorancia, ocultismo y brutalidad.
Muchos piensan que el matrimonio como unión públicamente reconocida, sagrada en muchos casos, entre hombre y mujer, es algo anticuado, primitivo. Sin embargo el primitivismo, lo más parecido a los albores del homo sapiens es la posesión por la fuerza: coger por los pelos a la hembra e introducirla dentro de la cueva, como reflejaba sarcásticamente en una viñeta el genial Mingote. Por supuesto que existen otros tipos de uniones afectivas, que pueden entenderse como mejores o peores, pero no son matrimonios, ni equiparables a este.
Otros tantos piensan que cualquier tipo de relación afectiva y sexual que mantenga el ser humano es buena para la sociedad, que “normal” lo es todo. Nada más lejos de la realidad, pues si hubiese sido así, la humanidad no habría prosperado. Lo normal es la unión entre hombre y mujer, que es lo que produce naturalmente más seres humanos. Lo contrario es la extinción.
Hay quienes piensan que la solidaridad, el mirar por el prójimo y el amor fraterno fue una innovación de los años 60, ignorando los miles de años que el cristianismo lleva predicando esto.
Los hay quienes defienden el aborto como método anticonceptivo, o libre elección de la embarazada. Nada más primitivo que prevalecer la fuerza de la madre sobre el más débil.
Nos creemos tan innovadores que, en España, por ley (artículo 156.2 del Código Penal), está permitida la esterilización forzosa de disminuidos psíquicos. Práctica que viola la Convención de la ONU, atenta contra los derechos humanos y que ya llevaron a cabo los nazis a mediados del siglo XX.
Hay quienes piden con fuerza prácticas eutanásicas, denominándolas eufemísticamente “muerte digna”. Estas prácticas ya las realizaba el hombre primitivo, cuando el anciano o mutilado no podía seguir al clan, era abandonado a la muerte o asesinado para evitarle sufrimientos. Esos mismos que demandan este tipo de asesinato, son incapaces de alzar la voz por la existencia de una vida digna antes de la muerte natural.
La negación de Dios apelando a la “razón” es algo muy común entre ignorantes. En cambio en el ámbito científico queda definida por la anécdota de la discusión entre dos de los científicos más grandes del siglo XX, Einstein y Böhr, sobre si Dios juega a los dados, dejando claro que en el ámbito que menos se habla de Dios, pero más cerca se está de Él, nadie duda de su existencia. Por razones obvias, tengo la suerte de conocer a un buen número de físicos, y no conozco a ninguno que niegue la existencia de Dios.
El humano es un ser cargado de prejuicios, por eso cada vez que veo asomarse a un yayo-flauta dispuesto a dar lecciones de filosofía por fascículos me echo a temblar y me acuerdo de las palabras “una sordera bien administrada vale un tesoro”.