No será por falta de documentación ni de espectáculos dantescos propios de los noticieros “bien intencionados” que nos muestran las miserias humanas alrededor del planeta. Será quizá porque, como escribe Nooteboom, ya no toleramos la extensión en el relato, nos distraemos porque tenemos mucho caos alrededor para prestar demasiada atención a las cuestiones importantes. La extensión era una virtud de siglos pasados. Como indica nuestro holandés errante, el drama existe en la novela o en el cine porque se ha eliminado su extensión, quizá por ello las noticias sobrecogedoras de hambrunas insufribles que azotan las regiones de siempre nos impactan por un breve periodo de tiempo, el justo hasta que la cotidianidad caótica vuelve a hurtarnos la humanidad. Cómo hacer frente a tanta miseria humana sino utilizando nuestras verdaderas armas secretas desde nuestros orígenes homínidos, desde siempre. Armar de razones a los argumentos para evitar que el pensamiento anárquico caiga en la tentación de abandonarse a la inmensidad del universo y al famoso “dios proveerá” para justificar lo que simplemente no se puede ni se debe en nombre de la propia humanidad. Ehrlich, que es un gran experto en demografía, justifica en parte el hecho incompresible de la bomba poblacional con argumentos biologicistas que culpan a la capacidad de percepción. Dicho en pocas palabras, la densidad de población no se percibe como un problema hasta que no se producen aglomeraciones incómodas y preocupantes como las de la India, disturbios por los recursos básicos, tensiones sociales, altercados sangrientos por cuestiones que antes no se producían y los hedores y problemas de salubridad asociados a los hacinamientos inhumanos. De este último aspecto ya comentamos suficiente gracias a la lectura de un interesante ensayo sobre las cloacas de diferentes países. De hecho en esta evolución sádica que ha protagonizado la población mundial nos hemos adaptado bastante bien a tolerar las multitudes, si no que le pregunten a los turistas y parroquianos que acuden a las festividades europeas donde se concentran miles de personas, claro que normalmente están todos bajo los efluvios de aditivos especializados en atontar las mentes para fijar nuestros sentidos en los necesarios divertimentos.
Henos aquí en pleno boom poblacional, en nuestra pequeña y marinera Ceuta, enfrentándonos a un entorno bastante hostil en este sentido. Desde luego las recetas del gran Ehrlich son algo cándidas e inaplicables en una ciudad como Ceuta y en la mayoría de los lugares del planeta, si se nos permite esta arriesgada afirmación. En fin, son tres, y hay van: Detener el crecimiento demográfico; Trasformar el sistema económico (esta es la que nos da más risa, por ser necesaria una auténtica revolución mundial para conseguir algo que merezca la pena en este campo); Adoptar, en la medida de lo posible, tecnologías menos nocivas para el medio ambiente. De la primera y la última medidas si que se está haciendo algo desde los gobiernos europeos y España no es una excepción. De la segunda medida mejor recrearse en otro artículo.
En su argumentario, Ehrlich habla de reflejos rápidos y lentos para afrontar ciertos problemas que se perciben desde la óptica humana. El problema poblacional deberá cambiar en el pensamiento del ser humano, gracias a la evolución cultural, hasta que se enfoque con reflejos rápidos y nos haga reaccionar ante las aglomeraciones como hechos insoportables. En nuestra ciudad, este problema proviene principalmente del contexto social islámico cuyas causas son complejas y muy asociadas con el aislamiento cultural dentro de un pensamiento social más adaptado a los nuevos cambios. Esta es la realidad de Ceuta, que ejerce un efecto llamada lógico, dadas las circunstancias del entorno marroquí, al igual que lo ejercen ciudades marroquíes para miles de campesinos que se están hacinando en ellas. No parece que la política que emplean nuestras autoridades sea la más adecuada, aunque ahora parece que desde la Delegación del Gobierno, en acuerdo con la ciudad, se tiene al menos la intención, cosa que en otros tiempos no se percibía, de atender algo de este acuciante problema. Unido a las medidas que se quieran poner en marcha para poner dificultades a los nuevos asentamientos de marroquíes en Ceuta, para evitar el aislamiento cultural, además del trabajo continúo y eficiente que ya realiza la escolarización rutinaria, nos parece que resultaría más ventajoso que se tomarán otras medidas. Encaminadas a hacer evolucionar las mentalidades o, por lo menos, a crear disonancias cognitivas al respecto de ciertos comportamientos culturales perniciosos para un pequeño territorio como el nuestro. En un mundo donde si bien existen unas posibilidades infinitas de movilidad también es cierto que hay pocos lugares a donde acudir para encontrar un hueco que no este ya ocupado, donde desarrollar una vida que merezca la pena. Necesitamos por tanto, planes agresivos de educación demográfica para los recién llegados, dedicados a la mujer. Algunas tomarán conciencia de que son algo más que porteadoras y engendradoras de nuevas vidas. La educación del género masculino es también decisiva para que vayan cambiando los roles y sean capaces de enfrentarse a mujeres plenas de sentido común y dueñas de sus vidas. Como frenar las prácticas masculinas de la búsqueda de buenas y sumisas mujeres en los lugares más recónditos del Marruecos rural. De la misma manera, no podemos continuar premiando el absentismo laboral y la ausencia de planificación familiar así como los comportamientos reproductores más compatibles y cercanos al instinto animal. Estos “premios” o ayudas son utilizados ladinamente por los aprovechados del sistema permisivo, cobarde e infantil que está instaurado en países como el nuestro, o también utilizados de forma moral, sin rapiña, por aquellos que recrean un reafirmante submundo, aislado del pensamiento social más avanzado en estas cuestiones.
En lugares como Ceuta, la explosión demográfica debería estar muy atendida en el curriculo escolar, y en especial entre un sector de la población tan severamente afectado por la tradición y la división de papeles en el seno de la familia. Si la mentalidad del economista rancio cree que el propio mercado va a regular este problema por sí mismo, provocando migraciones y traslados masivos de población, debe saber que esto ya ha sucedido y que ahora nos toca contemplar otro estado de la cuestión en el que simplemente no hay sistema eco-económico para tanta gente y que aunque se pudieran dispensar los servicios mínimos a todos los habitantes, el resultado no creemos que mereciera la pena ser vivido.
Convertirnos en seres más cooperativos entre nosotros y compartir la natalidad y los cuidados de todos sin tener necesidad de propiedad privada en lo concerniente a descendencia, sería otra forma de enfocar el hecho social y demográfico. Solo para vivir mejor, y simplemente para sobrevivir el tiempo que nos corresponda según los ciclos planetarios y el devenir de las especies. Por cierto, muchas tontas y tontos del bote pertenecientes al otro bando y sin vocación maternal/paternal real, deberían pensarse que consumir niños, aunque sea uno o dos, para uso y disfrute de sus egos (prestigio social o porque no desean ser menos que los vecinos) es innecesario.
El material humano con el que contamos en Ceuta para reparar esta situación es más bien escaso y son necesarios verdaderos líderes y mentes capaces que se eleven de la mediocridad de la actuación burocrática corriente y sepan proyectar a la sociedad ceutí hacia un futuro viable. ¿Hay personas así en nuestra ciudad?, por el momento no se distinguen, ni siquiera se intuyen.
En nuestro viaje de la nada a la nada que diría Cees Nootembom, ese intimista escritor que desnuda el alma humana a través de su literatura de gran altura, el incierto deambular humano con inevitable final está garantizado, pero cómo se debe realizar el trayecto es algo que nos corresponde a nosotros decidir.