La Policía Local no atraviesa uno de sus mejores momentos. Los sindicatos se ven obligados a salir un día sí y otro también a frenar las informaciones que se van difundiendo y que pintan mal a los locales. Y en la cúpula se produce un auténtico vacío de poder entre quien lleva meses haciendo las maletas y el que lleva los mismos meses esperando que le cantaran el ‘y volver, volver, volver a tus brazos otra vez’. La verdad es que, al menos en lo que a la Policía Local se refiere, el bueno de don Juan no ha tenido mucha mano izquierda. Y mira que la consejera Bel le confesaba en una entrevista a Luis Aznar que para triunfar en la Policía más o menos lo que había que hacer era dejar que los que saben mandaran. Pues mira que bien lo ha hecho, que ahora nos estamos topando con la época más convulsa vivida nunca en el seno de esta fuerza de seguridad.
Lo malo de que se formen estos tinglados es la percepción que le llega al ciudadano. Y si esa percepción se torna negativa, Juan Vivas tiene un problema. Y de los grandes. Sabe perfectamente lo sensible que puede ser todo aquello relativo a los turnos, a las horas que trabajan unos y las que dejan de trabajar otros, a los cambios que se tienen que realizar por el fracaso de sus propias apuestas personales... Todo este revuelo lo caza el ciudadano y eso puede traducirse en una pérdida de respeto hacia un Cuerpo cuya imagen, ya de por sí, ha perdido enteros. Y los ha perdido por culpa de algunos de los que escriben en los atestados unas cosas para luego cagarse ante el juez y tener que decir que donde puso aquello debería haber puesto lo otro. Les hablo de la patada que no fue patada, o del bate de béisbol que no fue tal bate o de las visitas forzadas de un alcalde a un Hospital para arreglar las tropelías de quienes luego son beneficiados pasando la mano.
No corren buenos tiempos en un ámbito general de crispación, de quiebra social, de miedo a la pérdida del trabajo. A don Juan le toca recuperar la parcela de cierta tranquilidad que se ha tirado por la borda. Y eso es tarea más complicada que devolverle sencillamente la vida a Paco Márquez o reordenar su equipo, al que confiesa tener fidelidad, sabiendo que de la quema sólo puede salvar a unos pocos.