Llama la atención el empeño y el afán desmedido de alguna Comunidades Autónomas (CCAA) de inventarse la historia con tal de hacernos ver que en la antigüedad sus territorios estuvieron constituidos en un “Estado” y que por eso hoy están legitimadas para reivindicar que sean reconocidos como “nación” independiente, como pretexto tantas veces esgrimido para arrogarse un falso derecho que nunca han tenido, ni ahora tienen, a la libre autodeterminación o a un secesionismo manipulado que se inventan, pero que nadie sabe de dónde les viene. O dicho de otro modo, falsean la historia y se inventan las naciones según sus dirigentes nacionalistas sueñan y después hasta ellos mismos terminan creyéndose sus propias y mentiras y falsedades. Y es muy significativo que las CCAA que así actúan, Cataluña y el País Vasco, nunca en su historia han pasado de ser un mero Condado la primera, o simples señoríos la segunda. Más tal actitud soberanista contrasta luego con la de otras CCAA que, habiendo estado en el pasado constituidas en auténticos reinos, aunque con vistas a la reconquista y total reunificación de España, pues a partir de que se consiguiera en 1492 la misma por los Reyes Católicos, nunca piden nada y tampoco reclaman ni protestan contra la unidad nacional hace ya 529 años conseguida y proclamada. Pero aun es más sorprendente que, tendiendo en la actualidad los Estados a integrarse en entidades mayores supranacionales, como es el caso de los Estados de la Unión Europea, haya luego pequeños territorios que tiendan al reduccionismo de erigirse en débiles y enanos micro Estados.
Por ejemplo, ya el año 2004 me ocupé en otro artículo de desenmascarar cómo los nacionalistas del País Vasco urdieron atribuirse la figura de Sancho III el Mayor como si hubiese sido su figura mítica de un supuesto reino de los vascos que jamás existió, con ocasión de celebrarse en esas fechas el milenario del reinado de Sancho III como rey de Navarra, pero nunca del País Vasco. Y querer valerse de esa figura ajena como la encarnación del nacionalismo independentista vasco fue algo así como el más falso invento de presentación de la Historia, a la que Cervantes definió en El Quijote como ““Fiel narración de los hechos, como reflejo de la verdad de como los mismos hubieren acontecido”. Y fíjense que los abuelos de Sancho III fueron Sancho II Garcés el Abarca, rey de Pamplona y conde de Aragón; y Urraca, hija de Don Rodrigo, que a su vez fue el fundador del condado de Castilla. Y sus padres fueron García III Sánchez el Temblón, también rey de Navarra y Doña Jimena, natural de León. El mismo Sancho III se casó con Doña Munia, hija del conde Sancho de Castilla, por cuyo matrimonio con ésta gobernó dicho condado castellano.
Pero es que, además, Sancho III era, precisamente, la antítesis del nacionalismo vasco, porque se caracterizó por ser el rey de todos los hispanos. Hay un hecho indubitado que lo dice todo sobre su talante hispano y su proyecto nacional españolista, cuando tras haber reconquistado Astorga y León acuñó moneda en la que se autotituló “emperador de Hispanis”, con la inscripción numismática de “Imperator totius hispaniae”. Y, respecto a Cataluña, todo el empeño de sus dirigentes nacionalista se pone una y mil veces en querer presentar, como gran aureola del catalanismo independentista, hasta todo un ceremonial mediático, incluso habiendo procediendo en su día a la exhumación del que ellos tiernamente llaman su “rey Pere II el Gran”, mediante un análisis por endoscopia a un sarcófago y los restos que contiene una tumba del Monasterio de la Orden Cirtenciense en Santes Creus (Tarragona), haciendo reiterada ostentación propagandística a los “reyes catalano-aragoneses”, o a la “Corona catalana-aragonesa”, a “Pere II el gran rey de Cataluña”, etc; emitiéndose en el documental en la TV 3 “Anatomía de un rey”.
Resulta que ahora la izquierda abertzale, para no aparecer en las elecciones como Bildu, que ya el Tribunal Supremo declaró que era ETA aunque luego EL Tribunal Constitucional - tras aquel: “tranquilos, que eso lo arregla el Constitucional” de quien más tenía el deber de impedirlo - terminara autorizándole a presentarse a los comicios autonómicos y municipales, pues ha adoptado el nuevo nombre de “Amaiur” y ha conseguido grupo parlamentario, cuyo nombre es idéntico al que lleva el monolito erigido a la resistencia navarra en el castillo de Amaiur, en el que dicen que hasta tres asaltos resistieron los 200 fieles a Enrique II de Navarra en el castillo de Maya, también conocido como “Amaiur”, hasta que el 22-07-1522 los navarros beaumonteses capitularon frente a las tropas castellanas. Y aquella férrea resistencia navarra, pues ha sido ahora adoptada como una mítica gesta del nacionalismo abertzale, aunque esquivando en su discurso la parte histórica que les incomoda, toda vez que el castillo original no estaba en la localidad de Amaiur, sino en Iturria, y el profesor de Historia Eloy Villanueva Cruz critica esta “manipulación política e identitaria” que tiene por objeto dar un envoltorio falso con el que justificar sus ideas políticas. “La inexistencia de Euskal Herría que los abertzales defienden les obliga a interpretar determinados acontecimientos ocurridos en Navarra…cuando en realidad estos hechos nunca existieron como ellos lo relatan”.
Y lo más lamentable es que, tales brotes independentistas catalano-vascos continúen sucediendo cada vez con más fuerza y, a veces, hasta con la aquiescencia y simpatía de determinados dirigentes centrales, pese a que el artículo 2 de la Constitución es meridianamente claro sobre la “indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.
Y el Tribunal Constitucional se ha venido inequívocamente pronunciando, de forma reiterada y constante, en su sentencia 4/1981, en el sentido de que: “En ningún caso el principio de autonomía que la Constitución reconoce y garantiza puede oponerse al principio de unidad, sino que es precisamente desde éste donde alcanza su verdadero sentido, de acuerdo con el artículo 2 CE”. En la sentencia 25/1981 también se aclara que “el derecho a la autonomía se da, pues, sobre la base de la unidad nacional”.
Y en la sentencia 37/1981, que “la unidad política, jurídica, económica y social de España impide su división en compartimentos estancos”. Y eso mismo volvió a declarar dicho Alto Tribunal en su sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, que: “Sólo existe una Nación: la española”.
El nacionalismo independentista de una pequeña parte de los pueblos catalán y vasco, creo que trae causa sobrevenida del complejo de inferioridad y la frustración que produjo en algunos catalanes el hecho de no haber pasado su territorio de ser un simple Condado; y, en el caso de los vascos, de la pérdida de la guerra carlista; y ello, pese a que los vascos no lucharon en aquella guerra civil contra España, sino sólo por la sucesión. Y las antiguas provincias Vascongadas, fueron siempre leales a la causa española, hasta la llegada de los señores Sabino Arana y José Antonio Aguirre. Además, muchos vascos fueron en el siglo XVIII honor y gloria de España en la navegación, el comercio y la cultura. Ilustres marinos vascos surcaron los mares de todo el mundo enarbolando la bandera de España. Otros muchos fueron protagonistas de grandes hechos en Europa, el Mediterráneo y América. Prueba inequívoca de esa lealtad es que lucharon contra la Convención francesa, también al lado de Castilla y en favor de Felipe V, e igualmente con mucho valor y españolidad, en la Guerra de la Independencia, cuyo bicentenario ahora celebramos.
Como prueba de lo que hasta aquí he expuesto, traigo a colación el magistral libro del prestigioso historiador José Antonio Maravall, en el que, entre otras muchas cosas, dice: “El concepto de España en la Edad Media, prueba hasta la saciedad que, a pesar de la multiplicidad de sus reyes (el País Vasco nunca los tuvo, al no haber pasado de Señoríos), España es una, vivida y sentida como una por todos los españoles, desde Barcelona hasta Lisboa; descrita como una por sus historiadores, desde el Gerundense hasta el Tudense, pasando por Toledano (que era navarro) e invocando la costumbre de España desde Navarra hasta Cataluña y desde Galicia hasta Andalucía. Toda esta faramalla de distinciones étnicas y de naciones distintas - sigue diciendo Maravall - no es más que separatismo retrospectivo y retropolado que no reconoció ningún Pedro, Jaime, Sancho ni Alfonso (reyes) ni los pueblos españoles; mucho antes de que los unieran Isabel y Fernando se sabían y se sentían una sola familia. Además de todos estos reyes – cinco o seis, tres o cuatro, según los tiempos – se llamaban todos a la vez reyes de España”.
Asimismo, Salvador de Madariaga, uno de los historiadores más grandes conocedores de la historia de España y nada sospechoso de retrógrado, dice en su libro “Memorias de un federalista”: “Los vascos son los más españoles de todos los españoles”. Y comenta los disparates que dijo el Sr. Aguirre al que fuera Presidente de los EE.UU., Eisenhower, cuando en una carta pidiéndole apoyo le decía: “Sr. Presidente: En la lucha de los EE.UU por su independencia – cuando el pueblo vasco era todavía soberano – sus asambleas, autoridades y sus hombres reunieron sus ahorros para ayudar modesta y cordialmente a vuestros soldados y a vuestra empresa de libertad nacional”. Y Madariaga escribió al Sr. Aguirre, argumentando a contrario sobre esa carta: “El pueblo vasco no ha sido jamás soberano, ni en la Edad Media; y en épocas anteriores, no existía ni la noción de soberanía...De modo que se da aquí uno de tantos casos de equilibrismo en la cuerda floja del lenguaje a que nos tienen acostumbrados"