En el artículo del lunes pasado veíamos cómo la presencia española y del cristianismo en el Norte de África precedieron a los árabes y al islamismo en casi siete siglos. Y hoy me voy a ocupar, más bien, del desarrollo que los cristianos experimentaron durante tan dilatado período en la zona. Y, en tal sentido, cuando Ceuta, con Tánger y sus territorios, pasaron al dominio de los godos, no hubo en ella más culto que el católico. La ley de Recaredo, en orden a la unidad católica, aun bajo el punto de vista político y civil, fue siempre una norma inviolable, y aplicada con más o menos rigor hasta D. Rodrigo en toda la monarquía visigoda; donde quiera que se dieran casos de idolatría, eran perseguidos. Y se regía entonces la provincia Tingitana por el Obispo de Asidonia (actual Medina Sidonia), que con posterioridad fue trasladada la sede episcopal a Cádiz.
Dice San Pedro Pascual, Obispo de Jaén, capítulo VII, que en el siglo VIII había 22 Obispos en la Tingitana, y que el rey Witiza tenía en ella un señorío. La Tingitana y la Cesariense estaban separadas física y políticamente por el río Muluya, pero en el orden eclesiástico formaban una sola provincia. En el siglo I ya hubo cristianos tanto en Ceuta como en Tánger y también en toda la provincia Tingitana o España Transfretada. Los vándalos estuvieron luego desde el año 428 hasta el 533, unos 105 años. El imperio romano-bizantino permaneció en Ceuta desde el año 533 hasta el 630, algo menos de 100 años. Y, finalmente, los godos, desde el 630 hasta el 711. Y durante todas esas épocas y civilizaciones, el cristianismo estuvo presente en Ceuta, Tánger y Norte de África, unas veces con mayor intensidad y otras con menos. Y donde ya se borró toda presencia cristiana en dichos territorios fue con la llegada, dominio y afianzamiento de los árabes en dicha zona.
Sobre la forma como se practicaba entonces el cristianismo en las seis provincias africanas y las numerosas sedes episcopales en que el territorio se dividía tras la llegada al poder en el imperio bizantino de Constantino el Grande en el siglo II, ya vimos en el artículo anterior los frecuentes concilios que en las mismas se celebraron y a los que asistieron numerosos Obispos; lo que, a su vez, nos da idea de lo extendido que en dicha región africana estuvo el cristianismo. En tiempos del emperador romano Severo Pertinazo, a finales del siglo II, florecía en Cartago un sacerdote de gran saber, gran jurisconsulto, orador y escritor, que era Tertuliano. Y en un libro que escribió refiriéndose a los progresos de la fe cristiana dentro y fuera del imperio romano, dice: “La profesan muchas tribus Getulas (pueblos de África); se halla extendida por muchas regiones de las Mauritanias, en todas las de España, en varias de las Galias, hasta en la isla Británica, etc (Capítulo VII). Y el cristianismo fue conocido en la Tingitana, sobre todo en Tánger y Ceuta, en el siglo I, habiendo venido a ambas ciudades del litoral gaditano. Fuera San Esiquio, fuera San Segundo, u otro, los Obispos apostólicos que evangelizaron la Bética, evangelizaron también la Tingitana, y es de creer que lo hiciera el que estuviera más cerca que, según todas las probabilidades, fue San Esiquio”.
Según lo anterior, hubo dos sedes episcopales en la Tingitana a mediados del siglo III, pero se cree que tal vez no fueran las dos únicas sedes, sino que hubiera más. “El catálogo de las sedes episcopales hecho en tiempos de Humerico, rey de los vándalos, coloca a los Obispos de la Tingitana en la Cesariense (Argelia)”, dice Natal Alejandro en la Historia Eclesiástica, artículo IV, sobre el primado de Cartago. Y este catálogo lo cita el anterior autor, haciendo constar en el mismo que en la Tingitana había varias sedes episcopales en tiempos de los romanos. Y, como nueva conclusión que añadir a la que ya formulaba al final de mi anterior artículo, se extrae en éste que, lo aquí recogido ahora, viene a reforzar todavía más lo que ya se dijo en el anterior sobre la segura existencia del cristianismo en el Norte de África durante los siglos I, II y III. Y, también, durante el resto de los siglos hasta que en el VII tuvo lugar la invasión árabe de la zona norteafricana. Asimismo, se tienen indicios racionales bastante fundados, en el sentido de que Ceuta fue sede episcopal en tiempos de los vándalos, bizantinos y visigodos.
Los romanos estuvieron en el Norte de África desde el año 205 a.C. hasta el año 428 después de Cristo, en total 633 años, y desde el siglo I ya hubo cristianos tanto en Ceuta como en Tánger y también en toda la provincia Tingitana o España Transfretada. Los vándalos estuvieron desde el año 428 hasta el 533, unos 105 años. El imperio romano-bizantino permaneció en Ceuta desde el año 533 hasta el 630, casi 100 años. Y los godos, desde el 630 hasta el 711. Durante todas esas épocas y civilizaciones, el cristianismo estuvo presente en Ceuta, Tánger y Norte de África, unas veces con mayor intensidad y otras con menos. Y donde ya se borró toda presencia cristiana en dichos territorios fue con la llegada y ocupación de los árabes en dichas zonas, porque expulsaron a los cristianos por la fuerza, a la vez que sometieron a su dominio a los bereberes, los autóctonos de la zona, pese a que tanto éstos como los cristianos estaban ya en el Norte de África, mientras que ellos (los árabes), llegaron de tierras lejanas. Luego, entonces, ¿quién expulsó y suplantó a la auténtica y genuina población de dicha zona?.
Está claro que los árabes arrojaron por la fuerza a los cristianos, pese a haber sido aquéllos los últimos que llegaron a invadir, ocupar y a apoderarse de la zona norteafricana por las armas. Y con anterioridad a la llegada de los árabes, bereberes y cristianos habían convivido pacíficamente en la zona. San Agustín, además de un genio intelectual, también el más admirado y el más influyente padre de la Iglesia, nació en el Norte de África y, según cuentan algunos autores, era hijo de una familia bereber.
Sobre cómo surgió y se mantuvo el cristianismo durante los siglos I, II y III de nuestra Era en la que fue provincia romana Tingitana o España Transfretada, en el Norte de África, voy a abundar en los vestigios cristianos encontrados de aquella remota época, y ampliaré información sobre tales vestigios en los siguientes siglos IV hasta el VII que se fue desarrollando y asentando la doctrina cristiana en dicha zona hasta que después fuera invadida por los árabes y expulsados los cristianos de dichos territorios.
Como es archiconocido, en la época del emperador Justiniano se construyó en Ceuta una magnífica y suntuosa iglesia cuyos vestigios los tenemos bien placenteros en el mismo corazón de la ciudad, paralelos a la calle Alcalde Sánchez Prado. Ello por sí solo acredita la enorme importancia, tanto estratégica como religiosa y de toda índole que Justiniano dio a nuestra ciudad, tras haber sido la misma tomada por el General Belisario; lo que también prueba que Ceuta por entonces continuaba siendo una de las principales ciudades de la España Transfretada, o provincia Tingitana adscrita a la antigua Hispania, tal como los romanos la instituyeron. Y, dado que la iglesia africana acostumbraba desde muy antiguo a poner Obispos incluso en ciudades que eran secundarias, pues siendo Ceuta por aquella época, junto con Tánger, dos de la ciudades más importantes de la zona, resulta de todo punto lógico, razonable y objetivo pensar que la ciudad ceutí también tuviera erigida sede episcopal, tal como indiciariamente, pero de forma muy fundada, mantienen algunos autores.
El último rey vándalo, Gelimer, al verse atacado por Belisario, solicitó el auxilio y ayuda de los godos de España. Su rey, Teudis, que reinó desde el año 531 hasta el 548, envió un ejército a la Tingitana a fin de contener los avances del general Belisario y también para proteger la retirada de los vándalos. Este ejército de Teudis, sitió Ceuta y la quitó a los imperiales, aun cuando éstos la volvieron luego a recuperar. Teudis envió un nuevo ejército godo a la provincia Tingitana , y Ceuta volvió a ser nuevamente sitiada, de manera que las tropas imperiales que la ocupaban fueron reducidas y se rindieron. El motivo de tal rendición estuvo en que llegó el domingo, día clave en la ofensiva, pero las tropas imperiales no quisieron profanar la festividad del domingo que, como tal fiesta de guardar que era, procuraban mantener la tregua de Dios, dejando tal día festivo fuera de los horrores y atrocidades de la guerra; de manera que suspendieron las hostilidades y se entregaron al descanso dominical; habiendo sido esta inacción de los godos la causa de su derrota por las fuerzas imperiales, que les atacaron de forma imprevista tanto por tierra como por mar, llegando a exterminar a los godos, hasta el punto de que, según refiere San Isidoro de Sevilla en su Historia de los Godos, ni uno solo pudo regresar a España.
Tanto en la Tingitana como en las demás provincias africanas las sedes episcopales subsistieron durante la dominación de los vándalos, pese a las numerosas destrucciones y atrocidades que estos cometieron; lo mismo que también se mantuvieron las mismas estando bajo el dominio de los imperiales romano-bizantinos en sus últimos tiempos. Con ello se tiene igualmente por cierta la existencia de sedes episcopales en la Tingitana desde la época de San Cipriano hasta la del Exarca San Gregorio; de manera que, siendo por entonces Ceuta y Tánger dos ciudades de las más importantes de la provincia Tingitana, de ello se deduce que también las mismas tuvieron sede episcopal.