Aclaro que el título de esta colaboración no es original, sino que responde al de una antigua y famosa película, ambientada en la India aún colonial, rodada en 1939 y protagonizada por Myrna Loy y Tyrone Power, que se estrenó en España en 1945. Sin dura era tolerada para menores, pues recuerdo haberla visto allá, en el Teatro Cervantes.
Pero aparte del citado título, cuanto sigue nada tiene que ver con aquella película, sino con el hecho de que, por fin y tras haber transcurrido prácticamente un mes desde el inicio del otoño, la lluvia empieza a caer sobre Ceuta. Durante mi etapa de estudiante de aquel severo bachiller de siete cursos que regía entonces, los alumnos nos quejábamos de que llovía sólo en los fines de semana; resulta curioso que este comienzo de las precipitaciones parece haber venido a confirmar dicha vieja regla.
En Ceuta suele llover bastante, y su índice pluviométrico anual aparece en la mayoría de los casos en la parte alta de la estadística nacional. No olvido, sin embargo, aquellos años de la “pertinaz sequía” de los 40 tan aludida por Franco, en los cuales la verdad es que llovió poquísimo, hasta el punto de que cierto día en el que empezaron a caer unas gotas –yo tendría 9 años- quedé totalmente sorprendido, y fui gritando ¡está lloviendo, está lloviendo! al cuarto de estar donde se encontraban mis padres. Para mí resultaba una novedad casi inaudita.
Sin embargo, no debe olvidarse el viejo refrán ceutí, de origen portugués, según el cual “cuando con levante llueve, hasta las piedras mueve”. Entre mis recuerdos más inolvidables se encuentra aquella terrible noche del 12 de diciembre de 1949, cuando estalló un terrible e inesperado temporal de lluvia y viento de levante que sorprendió a varios pesqueros en la costa sur, de forma que hubieron de regresar a puerto en medio de la tempestad, hundiéndose tres de ellos –el “Lobo Grande” de Ceuta, y dos de Algeciras, en los isleos de Santa Catalina. Fueron 64 los pescadores muertos, salvándose muy pocos. De aquella catástrofe procede el nombre de la pequeña barriada ceutí “12 de diciembre”, tradicionalmente habitada por pescadores.
Tampoco se borra de mi memoria lo sucedido a finales de noviembre de 1955, cuando otro temporal de levante, con intensas lluvias, provocó en la carretera Ceuta-Tetuán, cerca de Castillejos, una riada que arrastró el puente hasta entonces existente en dicho lugar, cayendo al agua y siendo arrastrados al mar dos vehículos: uno de ellos el coche del Coronel Prados Peña, persona muy conocida y estimada en nuestra ciudad, falleciendo él y el conductor José Llorente, y el otro la furgoneta en la que regresaban a Ceuta los componentes de la “Orquesta Maracaibo”, todos ceutíes, muriendo cinco de ellos (Julio Álvarez, Eusebio Pareja, Manuel López, Ángel Capilla y Demetrio Pérez Barranco), y salvándose milagrosamente el hermano de este último, Enrique, de quien se afirma que era el único que no sabía nadar, el cual, posteriormente, estuvo unos años destinado en Ceuta, su tierra, como oficial de la Policía Nacional.
Pues que llueva, que falta hace, pero si es posible sin hacerlo en domingos y días festivos y sin dar lugar a inundaciones u otros problemas. La celebración de esa entrañable tradición local de la “Mochila” está cerca y sería una pena que el mal tiempo la estropease. Según recuerdo, casi nunca ha sucedido algo así, pues el 1 de noviembre suele ser un día radiante en Ceuta.