Demasiados nervios y demasiado pronto. Sin todavía haber empezado la campaña y cuando todavía estamos asimilando el grado de madurez y sentido democrático que tenemos tras contemplar como la mayoría de líderes supuestamente demócratas aplauden el linchamiento del dictador Gadafi nos aparece el primero de los sarpullidos de otoño. Será que con las lluvias ha empezado la gana de ajetreo, así que ya tenemos encima de la mesa el primero de los enfrentamientos Caballas-PP. Los primeros denuncian al flamante Márquez porque, dicen, tiene que dimitir de algunos cargos en las sociedades municipales para poder presentarse a diputado. Los segundos montan en cólera y caen en el juego de replicar a una coalición que, sigo pensando, se ha presentado al 20-N por mera mosca cojonera.
Y al final tenemos a la JEZ, de nuevo, teniendo que resolver los entuertos políticos con una decisión salomónica. Y yo les pregunto: ¿creen que el mundo no está lo suficientemente revuelto como para aburrirnos de esta manera? Parece que ni el paro, ni las maniobras torticeras en torno al anuncio de ETA son suficientes de por sí para que los políticos sitúen sus atenciones en los asuntos que deben. Aquí en Ceuta parece ser que no, y necesitamos polémicas artificiales para que en el gallinero se saque el pecho suficiente y necesario como para remover a demasiados gallos aunque haya pocas gallinas necesitadas.
A mí, qué quieren que les cuente, estas historias me cansan. Eso de andar detrás de lo que ahora diga Caballas o después conteste Paco Márquez como que hasta me cabrea. Y lo hace porque resulta bochornoso que tengamos que permitir un nivel político de este calado, que el sistema esté montado en seguir lo que unos dicen para luego ofrecer lo que otros replican. Todo esto como si no se produjeran los problemas que estamos atravesando o como si todo estuviera normalizado para permitirnos montar un circo y asistir a sus funciones.
El 20-N ha calentado motores demasiado pronto. Quizá como queriendo pasar por alto esas brutalidades que nos estamos acostumbrando a visionar, permitiendo que se haga fuerte un mundo en el que no hay derechos, ni garantías, ni respeto, ni justicia. Eso es duro, es una auténtica salvajada de la que sigo sin querer formar parte.