Dicen que escuchar a Eduardo Paniagua es disfrutar de un placer único, un placer que el pasado jueves sirvió para dar comienzo a los distintos actos que, por primera vez, se han organizado en torno a la entrega del XIII Premio Convivencia. El concierto de música antigua de Eduardo Paniagua, “Música Antigua-Las 4 Culturas”, encarna a la perfección la fusión cultural que simboliza la Fundación Premio Convivencia y el galardón que ésta otorga. El viernes fue el turno del grupo Arabesque y la soprano Samira Kadiri, otro reflejo de mezcla de culturas que se dio en al-Andalus y que esa noche contribuyó a poner de manifiesto la relevancia que tiene la concesión de este premio. El sábado por la mañana los actos continuaron con la presentación de la entidad galardonada, Sonrisas de Bombay, y con una exposición del trabajo que desarrolla.
La noche del sábado el grupo de música tradicional hindú Bhakti, junto a la bailarina y coreógrafa Mónica de la Fuente, se encargaron de poner el broche final a la programación durante la gala de entrega del Premio. La danza y la música sirvieron una vez más de puente de unión entre los pueblos en un acto en el que la periodista Susana Hevia, ejerciendo de elegante maestra de ceremonias, puso, con su cálida voz, las palabras.
La Fundación Premio Convivencia y el galardón nacieron de la premisa de entender la diversidad cultural como una herramienta necesaria para que el espíritu de convivencia se extienda por todo el mundo; éste es uno de los fines del Premio Convivencia Ciudad Autónoma de Ceuta. Un premio que defiende y potencia una sociedad abierta, comprometida con la diversidad, y que cada año se concede a aquellas personas o instituciones de cualquier país, cuya labor haya contribuido de forma relevante y ejemplar a mejorar las relaciones humanas, fomentando los valores de justicia, fraternidad, paz, libertad, acceso a la cultura e igualdad entre los hombres.
Un premio que, paulatinamente, va ganando en prestigio gracias al trabajo del escaso personal con el que cuenta la Fundación. Pero, igualmente, se trata de un premio que pretende abrir Ceuta al mundo, darla a conocer, y es aquí donde aún se sigue fallando.
Teniendo en cuenta que la dotación del galardón es igual a la que se concede en cada una de las ocho categorías del Príncipe de Asturias, y que después de trece años sigue sin conseguir la repercusión mediática que, no sólo pretende sino que además se merece, quizá sería indispensable que los responsables políticos con competencias en esta materia se plantearan la posibilidad de dotar a la Fundación de los recursos necesarios para que este segundo objetivo, mostrar Ceuta al mundo, no quede año tras año en un mero intento. Soluciones hay, sólo falta voluntad política.