El futbol se ha convertido en el fenómeno de masas más impactante del tiempo moderno. Este hecho, incuestionable, ha ido degenerando hasta lograr que el espectáculo sea capaz de eclipsar todo lo demás, incluidos los valores éticos que hipócritamente se proclaman y propugnan en todos los códigos de conducta que se precien (ya sean civiles, como la constitución, o religiosos). Se podría aseverar que el tratamiento que se le está dispensando al futbol es el exponente más visible del denominado pensamiento único, impuesto por el sistema capitalista en su fase más desarrollada. Es la cultura del triunfo y el éxito por encima de cualquier otra circunstancia y consideración. El ser humano reducido a su condición de competidor.
Esta forma de entender lo que debería ser un deporte sin más pretensiones, propicia la aparición de sectores de opinión, cada vez más nutridos, absolutamente refractarios a cualquier tipo de reflexión que no sea un resultado aritmético. No importa si la financiación del club procede del tráfico de armas, del blanqueo de capitales, del narcotráfico o de la corrupción inmobiliaria. Lo único importante es que el equipo gane. Los mismos que presumen de personas honradas, y se permiten el lujo de criticar con dureza a los delincuentes menores, jalean como posesos los éxitos futbolísticos alcanzados a fuerza del dinero procedente de la más repugnante delincuencia. Peligroso virus social de inquietantes consecuencias.
Nuestra Ciudad no sólo no queda exceptuada de esta patología, sino que, como suele suceder, está adornada por unas connotaciones singulares que la agravan ostensiblemente. El futbol de alta competición, porque así lo ha decidido Juan Vivas, pertenece al ámbito de lo político. Aunque los fanáticos de nuevo cuño se empeñan en hacer malabarismo dialéctico para ocultar la vergüenza, lo cierto es que el Gobierno de Ceuta financia (prácticamente en exclusiva) un equipo de futbol profesional de tercera categoría por un importe de un millón ochocientos mil euros al año. Es inmoral hasta la ofensa. Si esta Ciudad tuviera un mínimo de conciencia social, los remordimientos serían insoportables. Once mil parados. Pero es todavía peor. Porque el desmán no consiste en malgastar lo que se tiene, sino en despilfarrar y malversar lo que se pide. Un día sí, y otro también, desde el Gobierno se insiste en la necesidad de que Ceuta reciba fondos de todas las instancias habidas y por haber, alegando las enormes carencias y problemas que nos afectan (entre ellos el paro y el fracaso escolar). Y cuando se recibe el dinero, se lo gastan en un equipo de futbol. La suerte es que importamos tan poco a todo el mundo, que no se fijan en nada de lo que hacemos. El día que los abnegados contribuyentes peninsulares se hastíen de pagar nuestros caprichos con sus impuestos, y nos sometan a una auditoria moral de las transferencias que nos hacen, temblaremos. Con razón.
Todo esto, evidentemente, tiene una explicación. El Presidente piensa que el número de personas subyugadas por la obsesión balompédica es muy elevado, y que los hipotéticos éxitos deportivos auspiciados por su gestión (con el dinero de todos), le reportarán muchos votos. Es su único objetivo en la vida. Una ignominiosa apuesta por la insolidaridad.
Este mismo razonamiento le llevó a entregar la dirección del equipo a su hombre de confianza, a pesar de los demoledores precedentes. Juan Vivas hace ya mucho tiempo que vive agarrado al viejo adagio de que “el fin justifica los medios”. Los escrúpulos, la ética y la moral son atributos anticuados que no dan votos. Así que se dejó llevar por los cantos de sirena, despachó a los antiguos gestores, honrados, y los sustituyó por quien le prometía el ascenso a toda costa porque “entiende mucho de fútbol”. El resultado final de la aventura del ascenso en campaña electoral ha sido un perfecto desastre. En lo deportivo, en lo económico y en lo social.
Lo curioso es que aún hay algún ingenuo quien se pregunta por lo ocurrido y dice no entenderlo. No se explican que un equipo tan potente económicamente como el de Ceuta (este año se ha abandonado el plan de saneamiento), haya quedado tan mal en una categoría en la que la mayoría de los jugadores rezan cada día para poder cobrar (lógicamente, los ayuntamientos normales no se dedican a patrocinar el futbol profesional, y menos en periodos de crisis). Incluso muchos aficionados, con escasa o nula capacidad para interpretar la realidad, culpan a entrenadores y jugadores del estrepitoso fracaso. Otro inadmisible ejercicio de cinismo. Porque la explicación está al alcance de cualquiera que quiera ver la realidad.
El Presidente del equipo de fútbol, y a su vez editor del panfleto del PP (utilizado por Juan Vivas para agredir desaforadamente a sus adversarios sin tener que descomponer su carita de alcalde bondadoso) es una persona caracterizada por su prepotencia, soberbia y altanería. Disfruta humillando a las personas. Trata a sus empleados con desden y desprecio. He tenido la oportunidad de compartir con algunos jugadores, y algún entrenador, lágrimas y crujir de dientes por el acoso infligido. Son profesionales y callan. Es la única forma de cobrar y no ver perjudicadas sus opciones de futuro. Pero sufren una denigración constante que impide la motivación necesaria para comprometerse con el equipo. En lugar de pensar en los partidos, desmoralizados, descuentan los días como si fueran presos.
En cuanto tienen una ocasión salen despavoridos. En la vida en general, y en el deporte en particular, el estado anímico es determinante. No es sólo eso. Las actitudes y comportamientos chulescos y antideportivos no pasan inadvertidos en un universo muy hermético. La pésima imagen del club en todos los estamentos, desde el arbitral hasta el federativo, también causa estragos.
Pero Ceuta sigue siendo la peculiaridad por antonomasia. Juan Vivas eludirá toda responsabilidad, aduciendo que se trata de una actividad privada con la que él no tiene relación alguna. Los aficionados más vociferantes, debidamente orientados, culpabilizarán a los entrenadores, secretarios técnicos, jugadores, árbitros y federación de haber tramado un complot contra el Ceuta. Y todos juntos, relanzarán una nueva campaña, en la que “no se puede escapar el ascenso”. Vivas ganará las elecciones. Otros trescientos millones de pesetas. Y vuelta a empezar. Los once mil parados, que esperen.