Estos días previos a las campañas son, sin duda, los mejores momentos de unas elecciones, (al margen del que se vive cuando se conocen los resultados y se gana, claro), dada la grandeza del comportamiento humano que se ve reflejado como ganador en todos y según el criterio político que convenga. A estas alturas, todos son vencedores en unos comicios cuyas alternativas, en forma de listas, son propagadas como auténticas “salvadoras” de la Ciudad y de su “people”. Son roles de ciudadanos muy conocidos (bien situados), conocidos (en mitad de la tabla), y conocidillos (relleno), de los que, y cito a Ambrose Bierce “El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros”.
La precampaña es “lo mejón de lo mejón”.Una pileta de ideas dando vueltas que tristemente no encuentran caño por donde salir. Una “volaera” donde se secan los “bonitos” argumentos; o la trama abierta cuán “palometa” de la Gran Vía y hasta las “agujetas” del que no sabe ya como arrodillarse para seguir “venteando”. Una Almadraba donde se concentran los que ya no dan más de si, -o para si-, a la espera de un puerta abierta por donde escapar o, aún mejor, de un garfio que los enganche para un despachito, un carguito, un.., algo, sea lo que sea.
Una lonja de Zalemas dando discursos de cómo se debe hacer política para todos pero sin todos; de Bogas que viven y conviven en la puerta del “municipable” a la espera de un “cachico pan”; de Lisas y “lizotes” que les gusta mover la “mierda” (con perdón) porque en ella son algo y de ella se mantienen; de besugos que pican una y otra vez, -las que haga falta-, para uso y abuso del pescador de turno.
Me gustan las elecciones salvo porque después, nada de lo explicitado, de lo cacareado, de lo dicho, se hace un hecho. Se siguen las ideas pero sin más idea que la de seguir.
Se suman los esfuerzos pero sin mucho interés en esforzarse. Se buscan las soluciones pero intentando que se mantengan los problemas y, de esta forma, siempre habrá que seguir buscando soluciones, sumando esfuerzos y persiguiendo ideas.
Aunque, repito, me gustan las elecciones por cuanto suponen el reconocimiento a mi derecho a volverme a equivocar.
Este tiempo de “melodías políticas” es el que me endulza el gusto por la discusión y el cruce de opiniones. Discutir por discutir ¡que me gusta!
Sin cargas ocasionales. Sin dislates personales. Sin afecciones sicológicas.
Sin secuelas sociales…Al que le divierte hablar de estas cosas y debatirlas entre -o junto- los demás, es sin duda alguna, al que más contentan unas elecciones, porque encuentra el disfrute en la tergiversación, la equivocación, la falta de información o el rumor.
Es como vivir un “Salvame” pero en vez de con Mila, Belén Esteban y Kiko Hernández, con tu vecina, el carnicero, el peluquero o el camarero de turno. Todos saben quien va en las listas.
Todos tienen un informador dentro de los partidos. Todos defienden a quien les parece y todos votan sino al mismo, casi.
Por ello, cuando en cualquier discusión se quiere cortar la misma porque el enfrentamiento se hace más duro de lo previsto, la opción táctica es observar que “la mejor Lista es la menos Tonta”.
Y que cada cual se lo aplique como quiera.