Los títulos de un artículo de opinión son importantes puesto que a veces llaman a la lectura y otras “ahuyentan”. A más de uno, no le interesará el contenido de estas líneas, en las que a través del título intuye que se va a escribir acerca de algo relacionado, como su título indica, con las mujeres...
Y es que, con el tema de la igualdad entre hombres y mujeres, ocurre lo mismo que cuando hablamos de otro tipo de igualdades. Muchos dan una opinión, políticamente correcta, simplemente por quedar bien o por temor a las críticas que puedan tener.
A muchos les resulta sencillo y habitual subestimar el trabajo y la opinión de una mujer porque se consideran superiores, aunque luego sean esas mujeres, las que relegadas a estar detrás, y no al lado, les sacan las castañas del fuego en innumerables ocasiones.
Da igual la edad que se tenga, da igual la raza, da igual el origen cultural, y da igual la ideología política: todas, en algún momento de la vida, o en varios, hemos vivido alguna situación “diferente” y normalmente desagradable por el hecho de no ser hombre. Con compañeros, con amigos, con familiares, con extraños, todas tenemos alguna anécdota de algún comentario, inocente o malintencionado, que nos sentó como una bofetada.
A ello hay que añadir que la sociedad se empeña (a través de la publicidad, de algunas películas, de las modas, etcétera) en presentar a las mujeres como un simple objeto o florero y poniéndonos limitaciones, implícitas o explícitas, del que debe ser nuestro “territorio”.
Los años pasan y los avances tarden en producirse, por eso, sigue siendo necesario que, por lo menos, el día ocho de marzo recordemos que la desigualdad real entre ellos y nosotras sigue existiendo y nos sigue perjudicando, igual que siguen existiendo muchas batallas por las que luchar (igualdad salarial, verdadera conciliación laboral y familiar y no lo que tenemos ahora que supone que en 24 horas tiene que darnos tiempo a hacer todo, igualdad en la toma de decisiones, mismas responsabilidades…)
En el día a día, las mujeres seguimos sintiéndonos solas en muchos ámbitos: cuando se nos paga menos por realizar el mismo trabajo (ya que en nuestro país existe una brecha salarial o diferencia entre lo que cobran hombres y mujeres superior al 20%), cuando en las entrevistas de trabajo se nos pregunta cómo pensamos compatibilizar las obligaciones familiares como cuidadoras y las obligaciones en las empresas (cosa que a los compañeros nunca se les suele preguntar), cuando se cuestionan las ideas o se discute el trabajo, y en definitiva cuando tenemos que trabajar el doble que los hombres para llegar sólo la mitad de lejos.
No queremos palmaditas en la espalda ni que se nos vea como pobrecitas mártires, simplemente, reivindicamos nuestro sitio en el mundo en igualdad de condiciones..
El 8 de marzo no es una fiesta, sino un día más para reivindicar nuestro sitio, en nuestro trabajo, con nuestros amigos y en nuestras familias….
Y ese sitio, no nos lo va a regalar nadie, así que tendremos que tomárnoslo.