El área de Medio Ambiente ha preparado ya una ordenanza que el lunes se llevará a pleno, con la que pretenden controlar, a golpe de sanción, los comportamientos desviados de la población. Hablando en plata, que a más de uno le va a doler la cartera si no cumple con lo estipulado. Importante es el paso que ha dado la Consejería y efectivo si realmente hace que se cumpla lo que pone sobre el papel. Los desguaces de vehículos se siguen llevando a cabo a plena luz del día; los restos del botellón los puede ver cualquier viandante en la mañana de un sábado o un domingo; y los atentados contra el mobiliario público no sólo están a la orden del día sino que resulta casi imposible localizar a sus autores. Y así, sigan ustedes contando, que episodios los hay para dar y regalar.
Elaborar esta ordenanza era algo básico, un propósito necesario... pero la clave está en que no quede en una mera medida basada en un afán recaudatorio sino que sirva para erradicar determinados comportamientos que atentan contra los bienes comunes. Medio Ambiente debe sumar a lo que pretende aprobar la necesaria infraestructura para conseguir que esa amenaza sancionadora se cumpla. De lo contrario tendremos un compromiso político, bien pensado, con una finalidad óptima pero sin capacidad efectiva porque se ha pretendido un interés puramente político.
De la ordenanza se podrá discutir luego el porqué se sanciona más el botellón que los atentados contra los bienes públicos, o por qué se advierte que se perseguirá el desguace de coches cuando no se tiene espacio suficiente en el depósito municipal ni se dispone de la vigilancia necesaria para dar al traste con un auténtico negocio. Los debates pueden ser múltiples, o al menos se esperan. De Medio Ambiente depende que luego nos dé por hablar de la efectividad de una medida.