Existen algunos sujetos que si todavía en los DNI pusieran la profesión la de ellos sería la de palmeros. Son “elementos” que buscan algún grupo importante e influyente. Una vez dentro intentan siempre unirse a la corriente con más poder aprovechando su promiscuidad ideológica. Una característica fundamental del palmero, cual instinto de supervivencia de la anguila se tratara, es la facilidad para escurrirse y conseguir salir en la foto junto al personaje importante como si fueran hermanos siameses. Su ansia gregaria les llevaría a intentar convencer al mismísimo Rey Salomón de que estaba equivocado al enjuiciar las opiniones del líder de turno que les toque alabar. Lo fundamental es encontrarse en primera fila en el discurso del líder y cuando es el turno de aplausos se esfuerzan como si les fuera la vida en ello. Son capaces incluso de enmendarle la plana al mismísimo Cervantes teniendo la necesidad imperiosa de ladrar para que el resto sepan que ellos cabalgan. De sus frases más habituales: no tenías que haberte molestado, tú sabes que si hubiera estado en mi mano, ¿qué hay de lo mío?, esto es una solución provisional (que es la señal inequívoca de que tu petición va a durar cuando menos años)…
Su incapacidad para el trabajo diario no es incompatible con la de ser todo orejas para el líder. Está siempre en disposición de acudir a actos públicos y reuniones; para estas últimas su condición “sine qua non” es la presencia del líder. Creo que no es necesario añadir que lo de situarse en la vida es algo fundamental, el centro de su universo personal, que los admiren y envidien es su misión vital. Son sujetos que entendieron mal la frase “hay que ser hombres de provecho”, y ellos la confundieron con ser simplemente unos aprovechados. Pretenden ser referentes de encefalograma plano con disposición de guardia para el líder 28 horas al día.
Después de ímprobos esfuerzos por agradar y no contradecir al líder de la manada consiguen un buen despacho, colocar a la familia y amigos, pasando por una buena posición en la sociedad. Aunque sinceramente pienso que estar a cuatro patas es una posición como otra cualquiera.