En la NBA la gran mayoría de los lances que se dan dentro de la pista se quedan en ella, menos en contados casos en los que los duelos de egos se mediatizan, normalmente cuando son dos superestrellas y el roce ha ido más allá de lo normal. Esta táctica por excelencia para desconcentrar (o intentarlo) al jugador estrella del equipo contrario conocida como “trash talk” nos ha dejado a lo largo de la historia de la competición yanqui enfrentamientos memorables como el desafío verbal de la estrella de los Bulls, Michael Jordan, con el otrora jugador de los Rockets, Charles Barkley, en 1998. Pero ni siquiera en aquella ocasión hubo más consecuencias que las originadas en un momento caliente que con el tiempo se ha reducido a la categoría de anécdota. Sin embargo, parece que esto no lo ha entendido el alero del Regal Barcelona, Pete Mickeal, quien tras la victoria de los culés sobre los angelinos hace unos días perdió un tiempo preciadísimo de su vida en revelar detalladamente al mundo, con un orgullo inexplicable, su cruce de palabras con Kobe Bryant, sin faltar, por supuesto, palabras con poco brío dedicadas a Ron Artest, con el que también tuvo varios encontronazos.
Tal vez todo esto haya tenido el objetivo de atraer la atención que no se le presta en Europa a un jugador fracasado en la NBA o de reivindicarse tras luchar contra Ron y Kobe; quizá, frustrado por no haber triunfado en su tierra natal (Estados Unidos) y relevado a jugar en ligas inferiores, el alero de Rock Island quisiera dejar claro que su nivel era superior al de la liga en la que jugaba, para que su familia, a la que siempre tiene presente, lo supiera. Podríamos estar un milenio conjeturándolo pero nunca sabremos por qué Pete se dedicó a dar importancia a unas palabras que jamás debieron haber salido de la pista del Palau Sant Jordi. Esta situación deja un sabor más agrio que dulce, pues da la impresión de que Mickeal debería haberse sentido más orgulloso del gran partido que hizo y hablar sobre él en lugar de ultrajar la ley no escrita que exige que lo acaecido dentro de una cancha quede dentro de ella. Porque, al hacerlo, ha evidenciado la calidad que atesora como profesional.
Lo más triste para él que tanta importancia dio al hecho es que probablemente a estas alturas el escolta de los Lakers, uno de los jugadores más laureados en la actualidad y en el mejor con bastante diferencia de la última década, ni se acuerde de quién era ese tal Pete. Su segundo enemigo, Ron, se rio sin dejarse llevar ni por la más mínima irritación cuando un familiar cercano le comentó que Pete había escrito en su blog una entrada sobre su duelo en el partido de Barcelona. Un mechón, aunque sea del más inalcanzable de los humanos, no deja de ser vello; quien le da más relevancia de la que tiene muestra cuán sustancial es. Pete Mickeal ha pecado de esto último y ha terminado haciendo un ridículo que no se le suponía. Poco más hay que añadir.